domingo, 10 de octubre de 2010

CIPRIANO MERA MILITANTE DE LA C.N.T.

El sábado 25 de octubre de 1975 fallece en un hospital de Saint Cloud un viejo obrero madrileño de la construcción llamado Cipriano Mera. El trabajador español, que ya ha cumplido los setenta y nueve años y lleva menos de cinco jubilado, reside hace


tiempo en un modesto piso de la cercana localidad de Billancourt, suburbio proletario e industrial de París, mundialmente conocido por alzarse allí las grandes fábricas de automóviles Renault.







De obrero de la construcción y dirigente sindicalista, Cipriano Mera pasó a ser general del Ejército Republicano durante la Guerra Civil española. Y, cerrando el ciclo de su vida, la muerte le sorprendió cuando —el 25 de octubre de este año, en un suburbio parisino— de nuevo era un proletario más.







De mediana estatura, enjuto, cetrino, con rostro de campesino castellano que parece tallado a hachazos, Cipriano es conocido en el hospital donde muere. No es la primera vez que ocupa una cama de este centro en que son asistidos enfermos y accidentados de la seguridad social. Muy recientemente, a comienzos de la primavera del año en curso, permanece internado durante un par de meses aquejado por una dolencia pulmonar. Luego, sensiblemente mejorado, retorna a su hogar de la calle Jean Jaurés de Billancourt hasta que una recaída a principios del otoño le fuerza a retornar a la clínica de la que no saldrá con vida. Durante el tiempo que en una y otra ocasión permanece internado son muchos los compañeros, amigos o simples conocidos que se interesan por su estado. Médicos, enfermeros, auxiliares y porteros se enteran de quién es y de quién ha sido. No porque él lo pregone en torpes anhelos de satisfacer una vanidad que jamás sintió; menos aún porque Teresa —compañera abnegada de toda su vida— quiera asombrar a quienes la escuchan o ganarse su conmiseración. Pero no son pocos los visitantes que compartieron sus antiguas y modernas luchas sindicales, le acompañaron en alguno de sus encierros o pelearon a sus órdenes en Somosierra, Gredos, Madrid, Jarama, Guadalajara o Brunete. «Fue un general del Ejército Popular —explican algunos con una leve nostalgia en la voz—, es decir del Ejército de la Segunda República durante toda la guerra de España».



Dicen la verdad pura y simple, aunque Cipriano no alcanzase oficialmente tan elevada graduación. Pese a que durante casi toda la contienda luciera en su uniforme las barras de comandante y teniente coronel, actuó como general en jefe, primero de una división v luego de todo un cuerpo de ejército, interviniendo personal y decisoriamente en mayor número de combates que muchos famosos estrategas. Hace ya diez o doce años, cuando Mera, que ya sobrepasa la edad de la jubilación y se niega a ser jubilado porque necesita el salario íntegro para atender a su familia, ha de ser internado en otro hospital, se produce un incidente tan curioso como significativo. Necesita una transfusión de sangre de determinado tipo de que carece el centro e indican a su mujer la conveniencia de que se presente a donarla alguno de sus familiares. La noticia circula con rapidez por París y al día siguiente más de un centenar de personas acuden a ofrecer generosamente su sangre. Los médicos se sorprenden ante la afluencia de donantes y preguntan intrigados quién es aquel modesto albañil cuya salud preocupa e inquieta a tantas gentes. Cuando se lo dicen quedan tan sorprendidos como desconcertados.



Nacido en Madrid en 1896, toda la infancia y la juventud de Cipriano Mera discurre en las proximidades de Estrecho, en la parte alta de Cuatro Caminos, cerca ya de Tetuán, en unas barriadas proletarias y humildes que se extienden por un lado hasta la Dehesa de la Villa y por otro sobrepasan Peña Grande para alcanzar las tapias del Pardo. Un buen novelista español, un tanto olvidado en los últimos tiempos —Vicente Blasco Ibáñez—, describe brillante y coloridamente en una de sus novelas —«La Horda»— lo que son estos barrios a comienzos de siglo. Callejuelas largas, estrechas, retorcidas, sin pavimentar, bordeadas por edificios de una o dos plantas, con incómodas y reducidas viviendas donde difícilmente caben numerosos moradores. Son en su casi totalidad familias proletarias más abundantes en bocas que en recursos. Abundan los traperos que por las madrugadas bajan al centro con carritos y serás para recoger las basuras y desperdicios de la gran ciudad. Y no faltan en los extensos descampados chabolas que dan cobijo a los campesinos que vienen a la capital en busca del trabajo y el pan que les falta en sus pueblos, grupitos de gitanos e incluso algunos golfos y maleantes de ínfima categoría. Personajes pintorescos son aun los cazadores furtivos que en los bosques de la cercana posesión real consiguen los conejos e incluso los venados que hacen las delicias de los frecuentadores de los merenderos de las afueras de la población.



Los chicos, que no caben en las casas, hacen su vida en la calle o los descampados vecinos. Tienen que empezar a trabajar apenas comienzan a saber andar. Para salir adelante las familias necesitan la aportación económica de todos sus miembros y los ocios y juegos de la infancia duran muy poco. Aunque la enseñanza es gratuita en general, frecuentar la escuela durante algún tiempo es un lujo que muy pocos pueden permitirse. El sueño de la mayoría es ingresar como aprendiz en un buen taller, pero son pocos los talleres y demasiados los aspirantes. Los muchachos han de apencar con lo que sea para ayudar a sus padres o a sí mismos. Laboran en la busca; escarban y clasifican las basuras; cuidan de las gallinas y los cerdos; se colocan como botones o recaderos; sirven las tabernas, tiendas, merenderos, etc. y ni aún así consiguen saciar de manera permanente su hambre. Cipriano Mera sigue las vicisitudes y la suerte de casi todos los chicos de su tiempo y barrio. Es un muchacho despierto, atrevido y habilidoso que apenas pisa la escuela y trabaja desde que tiene uso de razón en las más diversas ocupaciones. Al final, igual que muchos de ellos, entra como peón en una obra. Al cabo de unos años puede considerarse un magnífico albañil.



La construcción es prácticamente la única gran industria existente en Madrid, pero el trabajo en ella es duro y está mal pagado. Cuando llueve intensamente —y esto ocurre durante semanas enteras en los meses invernales— ni se trabaja ni se cobra. Algunos procuran resarcirse luego, laborando a destajo en jornadas interminables y agotadoras. Pero contratistas y capataces se aprovechan de las circunstancias e imponen salarios irrisorios. Mera es un trabajador serio, fiel cumplidor de su deber, pero intransigente por temperamento y decisión en la defensa de sus intereses como trabajador. Choca frecuentemente con los patronos, participa en todas las huelgas y encabeza algunas. Consecuencia lógica son sus primeros encierros. Como para tantos otros obreros, la cárcel le sirve de escuela para adquirir los conocimientos de que carece. Lee cuanto cae en sus manos, escucha con atención a otros compañeros más capacitados y va formando su conciencia revolucionaria. Enemigo por naturaleza de injusticias e imposiciones se siente atraído por el sindicalismo revolucionario. No tarda en ser conocido como militante de la Confederación Nacional del Trabajo CNT e intervenir en las asambleas de su organización.



No es un orador elocuente ni tiene mucha facilidad de palabra. Pero le sobra buen juicio, ve con claridad los problemas, llama a las cosas por su nombre y, como todos los hechos de su vida avalan y ratifican lo que dice, goza desde muy joven de cierto prestigio entre sus compañeros. Serio, circunspecto, poco hablador en su trabajo, con cierto aspecto de seca hosquedad, Cipriano es un mozo bien-humorado, alegre y comunicativo. Le gusta participar en bromas y juegos en sus horas de asueto y en las excursiones y giras que se organizan los días festivos. Incluso en una época se siente atraído por los grupos teatrales de aficionados que actúan en los ateneos y círculos obreros. Mera llega a ser un discreto actor y algunos de sus viejos compañeros recuerdan todavía haberle visto interpretar con plausible acierto los protagonistas de «El sol de la humanidad» de Fola Igúrbide y el «Juan José» de Joaquín Dicenta.



Pero los tiempos son difíciles y a los militantes confedérales queda poco espacio para la diversión y el asueto. Ni siquiera para atender como es debido a la propia familia ya formada. La C. N. T. es una organización combativa y revolucionaria. Sus sindicatos son clausurados con frecuencia y sus elementos más destacados perseguidos y encarcelados. Y si esto ocurre en los últimos tiempos de la monarquía constitucional, sucede con redoblada intensidad a lo largo de la Dictadura. Durante varios años las organizaciones cenetistas, colocadas al margen de la ley, han de funcionar en la clandestinidad. Forzados por las circunstancias, con sus locales cerrados, muchos de sus elementos han de ingresar en la U. G. T. para defender sus intereses como trabajadores. Cipriano Mera tiene que hacerlo en esta época, como tienen que hacerlo otros militantes cenetistas. Entre ellos, se encuentran, por lo que a Madrid respecta, figuras tan conocidas del movimiento libertario como Mauro Bajatierra, Feliciano Benito, Antonio Moreno, Melchor Rodríguez, Teodoro Mora, Paulet y los hermanos Inestal. Más adelante, cuando la Dictadura declina y la persecución se hace menos intensa, van agrupándose todos de nuevo en el Ateneo de Divulgación Social. Cae Primo de Rivera en enero de 1930 y a su Dictadura sucede la llamada «Dictablanda» de Berenguer. Comienza una etapa de extraordinaria actividad política que culminará, quince meses después, con la caída de la Monarquía. La C. N. T., con la que nadie cuenta, a la que nadie menciona y a la que una mayoría cree totalmente desaparecida, puede salir de su prolongada clandestinidad. Se produce entonces un fenómeno que ni comentaristas políticos ni historiadores se han tomado la molestia de estudiar y analizar a fondo: la rápida, la vertiginosa expansión del movimiento sindicalista revolucionario. Lo efectivo es que, aparentemente inexistente en enero, la Confederación Nacional del Trabajo tiene seis meses más tarde mayor número de afiliados que todos los partidos políticos de izquierda y derecha, monárquicos o republicanos, juntos.



Este sorprendente incremento no se produce sólo en Cataluña, Levante, Aragón y Andalucía donde los sindicatos confederales fueran mayoritarios con anterioridad, sino también en Galicia, Asturias, la Rioja y el Centro. En Madrid el sindicato más importante es, naturalmente, el de la construcción, cosa comprensible por las condiciones de trabajo imperantes en la industria y el temple de sus militantes. Como la C. N. T. no interviene en las contiendas electorales —que desdeña—, esos militantes son totalmente desconocidos en los círculos políticos y periodísticos de la capital. En cambio, son sobradamente conocidos por los trabajadores —que es lo que de verdad importa—, que los ven a diario en los mismos talleres, tajos o andamios en que todos laboran. En el sindicato de la construcción confederal no hay cargos retribuidos ni la esperanza de conseguir con facilidad sinecuras de ninguna clase. Todos son obreros auténticos y los militantes más destacados —Mera, Antona, Mora, Marcelo, Ciriaco, Inestal, etc.— no disfrutan de otro privilegio que servir de lección y ejemplo a sus compañeros trabajando tanto como el que más y arriesgándose y sacrificándose con absoluto desinterés por todos. Con esto basta y sobra para que los demás pongan en ellos mayor confianza que en cualquier arribista o escaladores políticos por muchos que sean sus títulos universitarios o arrebatadora su elocuencia.



En estos meses de acusada transformación política, igual que en tiempos de la Dictadura y conforme sucederá con la República en los años venideros, la vida no es fácil ni cómoda para los sindicalistas madrileños. Una mayoría sufren persecuciones y encierros. Lejos de ser una excepción, Cipriano es una norma en esto. Participa en todas las luchas proletarias en un régimen o en otro y en todos tiene que sufrir largas temporadas de prisión. En diciembre de 1933, por ejemplo, forma parte del Comité Nacional que, como protesta contra el triunfo electoral de las derechas que da paso al llamado bienio negro, desencadena un fuerte movimiento revolucionario en Aragón, la Rioja y Levante. Como consecuencia es detenido y pasa largos meses en la cárcel de Zaragoza en unión del doctor Puente, Ejarque y varios centenares de compañeros. Ni siquiera varía fundamentalmente la situación para ellos cuando, en febrero de 1936, triunfa el Frente Popular. En Madrid se inicia a finales de la primavera de dicho año una huelga general de la construcción que pronto reviste especial violencia dadas las circunstancias que vive España. Cipriano Mera es uno de los primeros detenidos y sigue en la Cárcel Modelo de Madrid —en unión de David Antona, Teodoro Mora, Villanueva, Cecilio, López, Ciriaco y varios cientos de compañeros más— cuando se produce el levantamiento del 18 de julio. A mediodía del domingo 19 de julio, Cipriano Mera y sus compañeros son puestos en libertad. Inmediatamente se lanza a la lucha. Al día siguiente, lunes 20 de julio, participa activamente en los combates de Campamento. Veinticuatro horas después figura entre los grupos que se adueñan de Alcalá de Henares. El miércoles toma parte en una de las batallas más sangrientas de los comienzos de la guerra civil: el asalto de Guadalajara en que los muertos y heridos por ambos bandos se cifran en varios centenares. Sin tomarse un momento de descanso, Cipriano sigue hacia adelante. Al frente de unos grupos de hombres decididos avanza hacia el este y el sudeste a través de la Alcarria y la provincia de Cuenca. En pocos días los futuros frentes están en Alcolea del Pinar por un lado y en Albarracín por otro. (Se producen en estos días centenares de sangrientas escaramuzas libradas en cualquier rincón de la geografía peninsular. En una de ellas perece, más allá de Sigüenza, un buen militante madrileño: Tomás Lallave).



Cipriano Mera está de regreso en Madrid a finales de julio. Inmediatamente parte para la Sierra en una columna integrada por dos mil trabajadores madrileños y mandada por el teniente coronel Del Rosal. Durante más de un mes estas milicias confederales pelean en las estribaciones de Somosierra, por encima de Paredes de Buitrago, defendiendo los embalses que aseguran el abastecimiento de aguas de Madrid. Más tarde, durante los meses de septiembre y octubre, luchan en Gredos —Casas Viejas, La Adrada, La Iglesuela—... En el puerto Mijares, cerca de Piedralaves muere defendiendo una posición un conocido militante de la construcción: Teodoro Mora.



En los primeros días de noviembre, Cipriano Mera está tratando de formar una nueva columna con los hombres que han luchado en Sigüenza y Toledo. Cuando en la noche del 6 al 7 de noviembre se produce la huida de muchos hacia lo que entonces denominan algunos el Levante Feliz, se pone en movimiento en dirección opuesta. En la mañana del domingo 8 de noviembre, cuando la primera batalla de Madrid alcanza su mayor virulencia, Mera penetra en la Casa de Campo corno responsable político de una columna integrada por tres mil hombres, cuyo mando militar ostenta el teniente coronel Palacios. La primera brigada internacional y las Milicias Confederales tienen la misión de defender Madrid frenando el avance enemigo por las frondas del antiguo parque real. Durante dos semanas luchan encarnizadamente en un extenso frente que va desde Casa Quemada al Puente de San Fernando, cubriendo la Cuesta de las Perdices y las carreteras de Castilla y La Coruña. Aguantan bien y mantienen con energía sus posiciones, aún a costa de perder en menos de quince días la mitad de sus efectivos. Las bajas son cubiertas inmediatamente por combatientes voluntarios procedentes de todos los sindicatos. El Sindicato de la Construcción publica el día 9 de noviembre una orden impresionante. Dice escuetamente: «Todos los trabajadores de la construcción que no estén en lista y controlados por el Consejo Mixto de Fortificaciones, se concentrarán en los sitios indicados por sus organizaciones, con sus respectivas meriendas, para marchar dónde sea preciso en defensa del pueblo de Madrid». Van a luchar, a batirse empuñando el fusil abandonado por alguno de los muertos, tal vez a morir a su vez, pero nadie les habla de premios ni recompensas. Se les exige, en cambio, que cada uno se lleve la comida. Y con orgullo podrá proclamar semanas más tarde el Sindicato de la Construcción, el sindicato de Mera, que ni uno solo de sus afiliados desoye el llamamiento de la organización. En torno a Madrid, en la dura lucha entablada en noviembre, caen muchos militantes confederales, algunos de los cuales pudieron llegar a ser buenos jefes una vez organizado el Ejército Popular. Perece así, oscuramente, lo mejor de la militancia madrileña. Tan anchos claros abre la muerte en sus filas que cuando el propio Mera recibe el encargo de comunicar a Federica Montseny la muerte de Durruti, la entonces ministro de Sanidad se duele de las elevadas pérdidas en compañeros destacados y pide a su interlocutor que sea prudente y no se arriesgue más de la cuenta. Sincero y rudo, Cipriano contesta moviendo la cabeza en gesto negativo: ¡Imposible! ¿No ves, mujer, que hay que ir siempre delante para que los demás nos sigan?»



Con un valor sereno y frío, sin alardes espectaculares ni gestos teatrales, pero con una decisión inquebrantable, Cipriano Mera va siempre delante mostrando a los demás el camino, desdeñando el peligro que le acecha. Ve caer en torno suyo a centenares de compañeros y espera seguir en cualquier momento la misma suerte. Las balas le respetan y continúa en pie después de participar durante la segunda quincena de noviembre y los meses de diciembre y enero en todas las batallas que se libran entre Aravaca, por un lado, y la Ciudad Universitaria, por otro. Durante ese tiempo comienza a aureolarle un prestigio casi mítico.



A finales de 1936 y comienzos de 1937, en los frentes cercanos a Madrid empiezan a constituirse las primeras unidades del Ejército Popular. En el medio año que lleva luchando ha llegado a la conclusión de que la guerra sólo puede ganarse con el arma adecuada que es un buen ejército. Sincero consigo mismo y con los demás, admite primero y defiende después enérgicamente la militarización de las unidades de voluntarios. No aspira a ostentar ningún mando y se resiste a aceptar el que le ofrecen; pero cuando las necesidades de la lucha y la insistencia de la organización le fuerzan a asumirlo, expone con serenidad su pensamiento y propósitos. Mientras la guerra dure y tenga el mando de una unidad militar, no tolerará en ella indisciplinas, debilidades ni caprichos de nadie. Exigirá de todos, empezando por él mismo, el cumplimiento del deber por encima de cualquier consideración, incluso sobre las propias fuerzas del individuo, y aplicará los más duros castigos a quien no lo haga, aunque sea su mejor amigo y compañero. Los procedimientos que empleará repugnan a sus ideas y sentimientos, pero es la única manera de ganar una guerra en la que tanto se juegan los trabajadores.



La XIV División, cuyo mando se le confía a comienzos de febrero, está integrada por dos brigadas: la 70 y la 77, surgidas de la transformación de otras tantas columnas milicianas —«Espartaco» y «España Libre»— que ya han luchado en distintos frentes. Pocos días después tienen que participar en lo más duro de la batalla del Jarama. Sus integrantes reciben su bautismo de fuego en las proximidades del Pingarrón. Se comportan con heroísmo, pese a sufrir un número considerable de bajas. Apenas terminada la batalla del Jarama comienza la de Guadalajara. Varias divisiones italianas, bien protegidas por artillería y aviación, avanzan rápidas por tierras de la Alcarria con ánimo de completar el cerco de Madrid, cortando sus salidas por el sur y el este. Ante la abundancia de material enemigo, las unidades republicanas han de batirse en retirada. El Cuerpo de Tropas Voluntarias llega en pocas jornadas cerca de Guadalajara, conquista Brihuega y pone en serio aprieto las comunicaciones de la capital. La XIV División se enfrenta con ellas el 16 de marzo, consiguiendo de momento paralizar su progresión. Dos días después se lanza a su vez al asalto de las posiciones enemigas y el día 19 de marzo entra en Brihuega, pone en fuga a las unidades de camisas y flechas negras, infringiéndoles la más sonada de las derrotas de toda la guerra de España, apoderándose de parte de su material y haciendo varios centenares de prisioneros.



Posteriormente la XIV División toma parte en diferentes operaciones y a mediados de julio interviene en las batallas libradas en torno a Brunete. Ha de hacerlo en el instante más crítico y en las condiciones más desfavorables cuando, contenido el avance inicial de las fuerzas republicanas, los nacionales (que han concentrado en el frente el grueso de sus unidades) se lanzan a la contraofensiva, bien protegidas sus tropas por la aplastante superioridad aérea de los aparatos alemanes e italianos. Durante más de una semana los catorce mil hombres que manda Cipriano Mera se clavan en el terreno y aguantan todos los ataques sin retroceder un sólo paso. Cuando la batalla concluye, la 70 y la 77 Brigadas ofrecen anchos claros en sus filas, pero han demostrado ser de las mejores unidades del recién creado Ejército Popular. Ascendido por méritos de guerra a teniente coronel, Cipriano Mera es nombrado comandante en jefe del 4.° Cuerpo de Ejército. Con escasas fuerzas —tres divisiones como máximo, entre ellas la ya famosa XIV—, tiene que cubrir un frente extenso que va desde Somosierra en la parte izquierda a los Montes Universales, cerca de Teruel, donde enlaza con el Ejército de Levante, en la derecha. Ejerce el mando del mismo sector durante el resto de la guerra, interviniendo en numerosas operaciones. Tiene a sus órdenes entre treinta y cinco y cincuenta mil hombres, encuadrados en unidades que muchas veces son puestas por sus superiores como modelo de organización y eficacia combativa. Como jefe de cuerpo de Ejército, Mera impone la más rígida disciplina unida a un concepto exigente de la propia responsabilidad. Continúa ocupando en los combates los puestos de máximo riesgo y desarrolla una actividad incesante durante la calma en los frentes. Aunque tiene poco más de cuarenta años, los combatientes le llaman cariñosamente «El Viejo» y a nadie sorprende verle aparecer de día o de noche en las posiciones más avanzadas porque constantemente recorre las líneas en misión de inspección y vigilancia. Merced a todo ello llega a ser uno de los jefes del Ejército Popular que inspiran mayor confianza a cuantos combaten a sus órdenes.



En el mes de marzo de 1939, cuando la pérdida de Cataluña ha sellado definitivamente la suerte de la contienda, secunda por mandato expreso de su organización el movimiento contra Negrín, en el que participan todos los partidos y organizaciones del Frente Popular con excepción de los comunistas. El día 5 tiene que leer ante los micrófonos de Unión Radio una breve alocución expresando su apoyo a Julián Besteiro y Segismundo Casado que rechazan un intento de Negrín, que ya ha provocado la víspera la marcha a Bizerta de la flota republicana surta en Cartagena. Aunque el doctor, sus ministros y el Buró Político del P. C. abandonan España en la mañana del 6 de marzo, la situación del recién formado Consejo Nacional de Defensa, que ya preside Miaja, llega a ser extremadamente crítica durante los días 7, 8 y 9 ante la rebelión de parte de los tres cuerpos de ejército que defienden Madrid. Mera tiene que venir en su auxilio desde Guadalajara al frente de la XIV División para salvar al Consejo luego de una serie de encarnizados combates.



Cipriano Mera continua en su puesto de mando de Guadalajara hasta los últimos días de marzo. El martes 28, una vez caído Madrid y desaparecidos prácticamente los frentes del Centro, recibe orden de trasladarse a Valencia. De allí parte en la mañana del 29 con rumbo a Orán. En Argelia no le reciben con los brazos abiertos ni le tratan con consideraciones de ningún género. Al igual que otros varios millares de refugiados va a parar a un campo de concentración, donde ha de pasar varios meses padeciendo hambres, incomodidades y malos tratos. Al salir de España no ha llevado consigo bienes ni riquezas y este primer exilio no tiene para él nada de dorado.



Cuando al fin sale del campo de concentración tiene que ganarse la vida trabajando. Como en Orán no encuentra dónde laborar ha de marchar al Marruecos francés donde empieza a trabajar como simple peón en las obras de construcción del ferrocarril que, partiendo de Tánger, los franceses esperan que llegue algún día hasta Dakar. El «general» curtido en cien batallas, que mandó con eficacia y acierto un cuerpo de ejército, es un trabajador igual que los demás que ni pide ni admite ningún trato de

favor. En la primavera de 1940 se produce el desastre francés y los alemanes llegan hasta la frontera de los Pirineos. En el otoño las autoridades españolas solicitan la extradición de algunas figuras destacadas de los exiliados republicanos Azaña, Companys, Peiró, Zugazagoitia, Teodomiro Menéndez, Cruz Salido, Rivas Cheriff, etc. y ven satisfecha sin tardanza su demanda, con la sola excepción de Azaña que fallece en Montauban. Algún tiempo después hacen la misma petición con respecto a una larga serie de exiliados refugiados en Argelia y el Marruecos francés. Pero las autoridades galas de las colonias —quizá porque los alemanes están más lejos— se muestran menos diligentes en atender la demanda. Nogués, el residente francés en Fez, procura dar largas al asunto y deja transcurrir unos meses sin hacer nada. Accede por último, no sin ciertas reservas mentales y, al parecer, tras haberle asegurado que ninguno de los refugiados que entregue será fusilado. Sea como fuere, entre los exiliados cuya extradición se concede figura Cipriano Mera que es conducido a Madrid y encerrado en la prisión de Porlier. Tras un periodo de espera es juzgado y condenado a la última pena. Le indultan a los pocos meses, demostrando tanto antes de ser juzgado como en el tiempo que tiene pendiente sobre su cabeza la más grave de las penas, absoluta serenidad y entereza. Luego de indultado, las autoridades disponen su traslado a la Prisión Central de Trabajadores de Santa Rita —que ocupa los edificios de un antiguo colegio reformatorio para señorítos calaveras— en el entonces pueblo de Carabanchel Bajo, actualmente simple barriada de Madrid. En Santa Rita se concentran en los años cuarenta y dos a cuarenta y cuatro los millares de presos destinados a trabajar en los destacamentos penitenciarios de la Sierra —aparte de los que construyen los túneles para el ferrocarril directo Madrid-Burgos, están los que horadan una montaña en Cuelgamuros— y en las obras de la nueva prisión que ha de sustituir en Carabanchel Alto a la que fue destruida durante la guerra en la plaza de la Moncloa.



Durante bastante tiempo Cipriano Mera sale todas las mañanas de Santa Rita en una columna formada por más de mil penados, bien custodiados por una veintena de funcionarios de prisiones y un pelotón de soldados, para ser trasladado a las obras que distan poco más de un kilómetro. Allí trabaja como albañil durante ocho o nueve horas, para volver a ser encerrado en Santa Rita al caer la tarde. Cada día de trabajo le permite redimir otro de condena, por lo que la pena de treinta años puede quedar reducida a quince. Aparte, recibe un salario de tres pesetas diarias: una que se destina a mejorar el rancho; otra que puede cobrar su familia y una tercera que ingresa en una cuenta de ahorros cuyo total se le entregará al recobrar la libertad. En cualquier caso abandona la prisión mucho antes de cumplir los quince años de reclusión, merced a uno de los varios indultos que se promulgan.



Pero sale —conviene precisarlo— en una llamada libertad condicional que difiere bastante de la libertad absoluta. El liberado condicional tiene que residir forzosamente en el lugar que se le designe, presentándose con periodicidad a las autoridades que se le indique para declarar dónde trabaja, el dinero que gana y la vida que hace, no pudiendo viajar ni cambiar de domicilio sin antes pedir y conseguir el correspondiente permiso. Caso de no cumplir al pie de la letra las instrucciones o incurrir en cualquier falta o delito puede ser encarcelado de nuevo, teniendo que cumplir entonces la totalidad de la condena que tiene pendiente. Al abandonar la prisión, Cipriano vuelve a vivir donde siempre ha vivido en compañía de su mujer. Torna también a buscar ocupación en su profesión y oficio. Lo encuentra en las obras de una constructora —Urbis, concretamente— que está levantando una extensa barriada entre las avenidas madrileñas de Menéndez Pelayo y Doctor Esquerdo. Allí vuelve a subir al andamio sin que se le caigan unos anillos que no lleva por seguir colocando ladrillos. Pero si ni en los años de mando militar ni en los que después pasa en prisión ha cambiado interiormente lo más mínimo, tampoco sus ideas han sufrido la menor variación. Sigue pensando exactamente igual que hace diez o quince años, lo que le ocasiona contrariedades y molestias. Sufre repetidas retenciones e interrogatorios y comprueba en múltiples ocasiones que está sometido a una discreta vigilancia.



Un día sabe que la Policía le anda buscando y resuelve abandonar Madrid para volver al exilio. Gana la frontera viajando como puede y consigue cruzar a pie los montes que le separan de Francia. En el país vecino procura rehacer su vida, no sin tener algunos tropiezos con la Policía francesa que en este momento —varios años después de finalizada la segunda guerra mundial— no ve con buenos ojos la presencia de determinados exiliados españoles en el sur de Francia. En Toulouse es detenido en alguna ocasión, acusado de participar en actividades políticas y amablemente se le invita a alejarse lo más posible de la frontera. Mera marcha a París donde trabaja como albañil, exactamente igual que ha hecho antes en Toulouse. Hay gentes que le ofrecen ayudas y colocaciones que rechaza sin vacilar. No quiere ni admite favores ni limosnas. Es un trabajador auténtico y prefiere seguir ganándose la vida con su propio esfuerzo. Algunos que no le conocen, insinúan que puede tratarse de una pose «pour épater les bourgeoises», pero todos tienen que reconocer al cabo que se trata de un hombre de una moral incorruptible. Aunque cuando pisa el suelo francés tiene más de cincuenta años, todavía trabaja como albañil durante veintitantos más.



Vive exclusivamente de su trabajo mientras le quedan fuerzas. Con él, compartiendo estrecheces y penurias, su compañera de toda la vida, que no sin grandes dificultades ha podido ir a reunírsele en Francia. Tras residir y trabajar durante bastante tiempo en diferentes puntos, Cipriano Mera pasa los últimos años de su vida en un piso pequeño y modesto de la calle Jean Jaurés de Billancourt-sur-Seine. En su casa no hay lujos de ninguna clase; carece incluso de los aparatos electrodomésticos que hoy se consideran indispensables en cualquier familia humilde, pero vive con una austera y altiva dignidad. Sin intentarlo ni proponérselo, se convierte en un símbolo y un ejemplo para cuantos le conocen. No sólo por su valor y temple durante la guerra, sino por su conducta posterior. Porque si son muchos los capaces de comportarse valerosamente en el transcurso de una lucha y morir con entereza, son contados los que con una historia como la suya, con una aureola tan bien ganada vuelven con aire sencillo, sin aires teatrales para asombrar a la galería, a su trabajo habitual para ganarse durante varios lustros —hasta que las dolencias y la falta de reservas físicas le fuerzan a jubilarse, bien entrado ya en la senectud— la vida con el sudor de su frente colocando ladrillos en lo alto de un andamio. Buena prueba de su comportamiento es que en repetidas ocasiones acuden en su busca reporteros de distintos países que quieren oír sus confesiones respecto a la trayectoria de su vida o sus puntos de vista y opiniones sobre determinados problemas. Cipriano Mera, en cuyo pecho no tiene cabida la menor vanidad, les recibe con mayor o menor amabilidad pero se niega en redondo a lo que pretenden sus visitantes y más aún a dejarse retratar por ninguno. No hace mucho unos periodistas —españoles concretamente— acuden a su domicilio de Billancourt- sur - Seine con esta pretensión. Cuando el interesado se niega en redondo a decir una sola palabra para el diario que representan, los jóvenes reporteros, con una total falta de delicadeza, creyendo quizá que todo puede lograrse con dinero, le ofrecen una cantidad que consideran más que suficiente. Aunque Cipriano está ya viejo y enfermo, una llamarada de indignación brilla en sus pupilas, se yergue colérico y los periodistas han de abandonar precipitadamente la vivienda. Este era Cipriano Mera. Este era el luchador obrero, comandante en jefe un día del 4. ° Cuerpo de Ejército, que supo vivir durante muchos años sostenido por una inquebrantable moral, el pasado 25 de octubre del año 1975 murió en un hospital del arrabal parisino de Saint Cloud.







Cipriano Mera, albañil y general circunstancial, Anarquista hasta el final nos dejó su ejemplo sin ninguna pretensión, sin reclamar ningún homenaje, sin pedir nada a cambio. el, nuestro compañero nos dejó su vida y también su obra, para los que sentimos que hay otra grandeza, para nosotros, para todos nosotros es suficiente.



Gracias compañero, gracias por dejarnos tu grandeza, gracias por dejarnos tú dignidad pero ante todo gracias por haber compartido tu vida con aquellos que siempre te han querido y respetado.



hasta siempre compañero

FRANCISCO ASCASO BUDRIA. MILITANTE DE LA C.N.T.-F.A.I.

Francisco Ascaso Budría




Almudévar, 1901 – Barcelona, 1936





Hermano de Domingo y Joaquín Ascaso, fue panadero y camarero. Militó en las Confedérales de Zaragoza entre 1917 y 1920. En 1922 se traslada a Barcelona donde funda el grupo anarquista Los Solidarios junto con Durruti, García Oliver, Aurelio Fernández, Gregorio Jover y Ricardo Sanz, entre otros.



Detenido en A Coruña tras un atentado frustrado contra Martínez Anido se traslada a Zaragoza al ser liberado y participa en 1923, en dicha ciudad, en el asesinato del arzobispo Soldevilla. Es detenido por el crimen pero logra huir a Francia. Entre 1924 y 1926 recorre, junto con Durruti, varios países latinoamericanos atracando bancos para recaudar fondos para el anarquismo. En 1926 es expulsado de Francia por participar en un atentado frustrado contra Alfonso XIII.



Al proclamarse la República regresa a España y reorganiza la FAI, sublevándose en la comarca catalana del Alto Llobregat en 1932, por lo que será deportado a Guinea Ecuatorial. De regreso a la península participa en la redacción de Solidaridad Obrera y en el Comité Regional de la CNT de Cataluña, como secretario general. Al estallar la insurrección dirige a los militantes confedérales que combaten a los sublevados en Barcelona y muere durante el sitio al cuartel de las Atarazanas el 20 de julio de 1936.

JUAN GARCIA OLIVER MILITANTE DE LA C.N.T. CAMARERO

Nacido en Reus en 1902, en una familia de obreros del textil, sólo le será posible frecuentar breve tiempo la escuela primaria. En El eco de los pasos recordará con cariño a uno de sus maestros, el republicano Grau. Una huelga perdida que significará la miseria para su familia y los encuentros armados en Reus entre obreros y sol- dados durante la "Semana Trágica" serán sus primeras impresiones de las luchas sociales. Niño todavía, empezará a trabajar en la hostelería en Reus, en Tarragona y, finalmente, en Barcelona. Le conquista rápidamente la magia de la gran ciudad. Allí asiste a los enfrentamientos originados por la huelga general de 1917, y participa en la fundación del Sindicato único de camareros (CNT).



Tras muchos años de silencio y de huir de todo tipo de protagonismo histórico, desde su exilio mexicano Juan García Oliver da a la publicidad sus Memorias. Anarcosindicalista de la primera hora, hombre bregado en huelgas y luchas revolucionarias, este antiguo camarero, huésped asiduo de los más duros penales de la dictadura de Primo de Rivera, había de convertirse en una de las figuras políticas claves del bando republicano. Su intervención resultó decisiva para la continuidad de la legalidad republicana en Cataluña tras la derrota de las fuerzas insurrectas y más tarde, siendo ya ministro de Justicia, había de convertirse en hombre puente a quien confiar el allanamiento y suavización de los antagonismos que enfrentaban a las fuerzas en el seno de la República.



De sí mismo, Juan García Oliver ha dicho: "Mi muerte será gris y posiblemente llegue con demasiado retraso." Más de medio siglo de actividad militante hacen imposible una biografía sucinta, a la manera clásica, que marque los hitos más importantes de su vida. Lo importante en García Oliver es el hilo conductor, la coherencia íntima de sus actos.







Es una época agitada en la que menudean los enfrentamientos entre sindicalistas y pistoleros a sueldo de los patronos. Busca la compañía de sus compañeros más radicales. La figura más sobresaliente del sindicalismo es entonces Salvador Seguí, "el Noi del Sucre", y García Oliver toma postura en contra de las tendencias reformistas que se atribuyen a este dirigente. La primera huelga de camareros dará lugar a sus primeras prisiones. Tiene 17 años. La cárcel será una experiencia rica para él y le permite conocer a anarquistas y sindicalistas ya notorios.



A su liberación será comisionado por el Comité regional de la CNT de Cataluña para organizar los sindicatos de su comarca natal, feudo entonces de la UGT y del lerrouxismo. En Reus existe industria textil, tenerías, serrerías, molinos de aceite, empresas de transporte y construcción. García Oliver trabaja como camarero. La oligarquía local, enriquecida por la primera guerra mundial, es dura y está influida por los jesuitas y el requeté. Hay pocos militantes anarquistas. Pero su labor de organizador tendrá inmediato éxito: ganará su primera huelga, la de transporte, aplicando la enseñanza del "Noi del Sucre": si se plantea una huelga, hay que ganarla, cueste lo que cueste.



La consolidación del anarco-sindicalismo en la década de los veinte



Hace sus primeras armas como orador, junto a Salvador Seguí, a Manuel Buenacasa, a Juan Peiró; a Andrés Nin. Reus, Borjas, Falset, el Vendrell, Flix, Constantí, Tarragona, constituyen el cuadro de su actividad como propagandista y organizador. El año 1920, será de éxitos Cenetistas en Tarragona. Estos éxitos suscitan la escalada represiva de los patronos y de las autoridades, y el año 1921 será de gran dureza para los sindicalistas revolucionarios. Aparecen en la provincia los pistoleros del Sindicato Libre, se multiplican las detenciones, las recogidas de periódicos anarquistas, los consejos de guerra contra sindicalistas acusados de antimilitarismo. A los intentos de organización de los sindicatos católicos propiciados por los patronos, responderán los anarquistas con una violencia que costará vidas.



A finales de 1921 forma parte de una comisión de Cenetistas que visita en Madrid al Gobierno para intentar resolver la crisis textil, pero cuyo objeto oculto era preparar el atentado contra Eduardo Dato, jefe del Gobierno, el hombre que refiriéndose a los sindicalistas de la CNT dijo: "Sus y a ellos". García Oliver obtendrá el dinero necesario para la empresa, pero en el momento del atentado estará de nuevo en la Cárcel Modelo de Barcelona. La muerte de Dato dará lugar a su liberación y podrá asistir en calidad de representante de los sindicatos de Reus a la Conferencia nacional de la CNT en Zaragoza, primera asamblea de carácter nacional a la que asiste.



En 1923, a petición de los "hombres de acción" que organizaron el atentado contra Dato, se instalará en Manresa, donde se opondrá violentamente a los pistoleros del Sindicato Libre. El asesinato del "Noi del Sucre" le sorprenderá en Barcelona. A petición de los órganos superiores de la CNT organizará el grupo "Los Solidarios" para responder al terrorismo del Sindicato Libre. "Los Solidarios" matarán al cardenal Soldevila en Zaragoza y a Reguera! en Toledo.



Condenado a raíz de un encuentro sangriento con los pistoleros del Libre es enviado al Penal de Burgos, donde permanecerá varios años.



En 1926 se exilia en Francia. Amante de las grandes ciudades, García Oliver recordará en sus Memorias un París insólito, en el que frecuenta a anarquistas franceses, rusos, italianos y españoles, algunos de ellos supervivientes del dispersado grupo "Los Solidarios", y también a nacionalistas catalanes. Tiene trato frecuente con Maciá, pero no secunda sus proyectos de invasión armada de Cataluña. Los esfuerzos de García Oliver para unificar la acción de los sindicalistas y anarquistas españoles exiliados en Francia fracasarán.



Un anarquista italiano -Schiavina- le transmite una carta de Errico Malatesta en la que éste expresa la necesidad de ajusticiar a Mussolini. El atentado, que debía ser llevado a cabo por el propio García Oliver, junto con Durruti, Ascaso, Aurelio Fernández y Jover, no tendrá lugar porque los anarquistas italianos no pudieron aportar los medios materiales necesarios. Este grupo se propondrá, por sugerencia de Durruti, atentar en el propio París contra Alfonso XIII. Delatados antes de pasar a la acción, el grupo se dispersará: Durruti, Ascaso y Jover serán encarcelados; Aurelio Fernández y García Oliver vuelven clandestinamente a España y son detenidos en Pamplona. García Oliver será condenado y enviado de nuevo al Penal de Burgos. Tiene entonces 25 años. El 13 de abril de 1931, sublevará la población reclusa y proclamará la República en el propio penal



El nacimiento de la Federación Anarquista Ibérica (F.A.I.)



En Barcelona encuentra una CNT en pleno proceso de reorganización tras los años de clandestinidad impuesta por la dictadura de Primo de Rivera y dominada por la tendencia reformista que inspira Ángel Pestaña. Prácticamente solo, García Oliver expone en el Congreso nacional de la CNT de 1931, el embrión de lo que pronto serán las posiciones "faístas": la táctica de la "gimnasia revolucionaria" encaminada a impedir que la Segunda República se estabilice y que la CNT caiga en el reformismo, el llamado "treintismo", posiciones que simbolizará la bandera rojinegra, creada por el propio García Oliver y que se enarbola por primera vez el 1.° de mayo de 1931 en una manifestación que acabará en tiroteo en la plaza de San Jaime de Barcelona. Ese mismo verano, se constituye de manera informal el grupo "Nosotros" integrado por Durruti, Ascaso, García Oliver, Ricardo Sanz, Aurelio Fernández, Gregorio Jover, Antonio Ortiz y Antonio Martínez. El Comité de Defensa Confederal, integrado por miembros de este grupo, organizará, en aplicación de la táctica de hostigamiento a la República, los hechos del 8 de enero de 1933, cuyo más notorio acontecimiento fue la matanza de Casas Viejas. García Oliver será detenido y apaleado cruelmente por los guardias de Asalto en la Jefatura de Policía de Barcelona.



Defensor de la independencia y de la hegemonía obrera de la CNT, García Oliver encabezará la oposición a la huelga general de octubre de 1934 y será duramente criticado en el propio seno de la CNT, especialmente por los sindicalistas asturianos. A fines de 1935, en unión de Durruti y Ascaso, negociará con delegados de Esquerra de Cataluña, que representan también al Frente Popular, la no abstención electoral de la CNT a cambio de la amnistía y de la entrega a los anarco-sindicalistas de armas, base material para su plan defensivo ante el previsible golpe de Estado derechista en caso de victoria electoral de las izquierdas. Esquerra y el Frente Popular no cumplirían la segunda parte de su compro- miso y ello será una de las causas de la debilidad de la respuesta de los anarco-sindicalistas andaluces y gallegos frente al golpe de Estado de julio de 1936.



En el Congreso de Zaragoza de mayo de 1936, su papel será determinante en la reunificación de los sindicatos "treintistas" y de la CNT. Pero es duramente atacado por su propuesta de creación de milicias sindicales y el texto de su ponencia sobre el comunismo libertario será sustancialmente alterado.



Los días 18, 19 y 20 de julio de 1936 dirigirá los cuadros de Defensa de la CNT en la batalla barcelonesa contra los militares sublevados, pero en el Pleno regional de la CNT del 23 del mismo mes su propuesta de proclamar el comunismo libertario, de "ir a por el todo", será combatida por Abad de Santillán y Federica Montseny y derrotada. Este acató la decisión del Pleno y pasó a dirigir de hecho el Comité Central de Milicias de Cataluña, organismo en el que Companys y los partidos del Frente Popular contaban canalizar las energías revolucionarias hacia meras tareas de orden público, pero que, compuesto por representantes de todas las fuerzas antifascistas organizadas, se convierte en verdadero gobierno catalán, responsable no sólo del mantenimiento del orden, sino también de la industria (cuya colectivización alienta) de la defensa del territorio, organizando milicias y Consejos de Obreros y Soldados y formando oficiales. Nunca había gozado Cataluña de instituciones propias tan completas desde su anexión a la corona española.



El Comité de Milicias tropezó con la enemiga del Gobierno de la Generalidad, con las maniobras de los partidos del Frente Popular y con la oposición del Gobierno central y halló escaso calor en las instancias dirigentes de la CNT y de la FAI, que hicieron suya la frase de Durruti ("Renunciamos a todo menos a la victoria") que coincidía con la consigna comunista de "primero ganar la guerra, después hacer la revolución". Las conversaciones que García Oliver inicia con el Comité de Acción marroquí no llegarán a resultados a causa del desinterés del Gobierno central, temeroso de crearse conflictos con Francia e Inglaterra si contribuía a modificar el equilibrio colonial en el Magreb.



La columna "Los Aguiluchos" organizada por García Oliver será un fracaso: los 15.000 hombres previstos serían reducidos por los organismos de la CNT a unos escasos 2.000. La correlación de fuerzas, materialmente a favor de la CNT, será modificada políticamente por la indecisión y la falta de perspectivas revolucionarias de sus propios dirigentes.



"Un ex-presidiario Ministro de Justicia"



El Comité de Milicias es disuelto y los Cenetistas entran en el Gobierno de la Generalidad, primero, y en el Gobierno de Largo Caballero poco después. Opuesto a la disolución del Comité de Milicias y a la participación gubernamental de la CNT, García Oliver será, sin embargo, ministro de Largo Caballero, junto con sus compañeros de organización, Federica Montseny, Juan Peiró y Juan López. Rasgo típico en él, una vez se ha plegado a la decisión de la CNT, García Oliver lleva a cabo su labor con la mayor eficacia posible: pone fin a los asesinatos que llevan a cabo en Madrid las Juventudes Socialistas Unificadas, disuelve el "Tribunal de la Sangre" en Valencia, ordena la destrucción de los archivos de antecedentes penales y dicta una serie de leyes de inspiración revolucionaria: creación de Tribunales Populares, reforma penitenciaria, igualdad de derechos para ambos sexos, redención de penas por el trabajo. Gobierna mediante una política de hechos consumados, frente al ala más reaccionaria del Gobierno y con el apoyo táctico de Largo Caballero, oponiéndose a la creciente influencia del Partido Comunista y de la URSS, a pesar de las amistosas relaciones que mantiene con los diplomáticos y consejeros militares soviéticos. Propone la constitución del Consejo de Defensa, supremo organismo para la dirección de la guerra, del que será miembro encargado particularmente de la organización de las Escuelas de Guerra.



Largo Caballero perderá el poder, víctima de la confluencia de diversos intereses contradictorios sostenidos por el Gobierno soviético, todos ellos opuestos al predominio del ala socialista izquierdista y del anarcosindicalismo.



La lectura de las Memorias de García Oliver, El eco de los pasos, hace plausible la hipótesis de que los agentes soviéticos en España estaban divididos y que durante algún tiempo se sopesó la conveniencia de apoyar la línea política que representaba García Oliver.



A partir de junio de 1937, contemplará en Barcelona la degradación de la situación republicana y tratará de oponerse al influjo creciente del Partido Comunista. A comienzos de 1939, se ofrecerá, sin ser escuchado, a defender la ciudad y tendrá que pasar a Francia. Desde allí, perdida Cataluña para la República, propone volver a la zona Centro-Sur para proseguir la guerra. Tampoco será esta vez seguido. Acepta y justifica la constitución de la Junta del coronel Casado, considerándola como la única solución para llegar a una paz pactada con Franco.



Empieza entonces para él un exilio que durará hasta nuestros días. Primero en Francia. Luego en Suecia. Al comienzo de la segunda guerra mundial, obtiene un visado de tránsito de la URSS y, a través de la Siberia, se embarcará para llegar a México, donde todavía reside. Allí, reorganizará a la CNT, de la que será secretario nacional en 1944, sosteniendo la postura de que los exiliados españoles deben reconstruir las instituciones gubernamentales, se declaren beligerantes en el conflicto mundial, para proseguir una guerra que él no considera terminada, y contribuir a la derrota del Eje, única manera de acabar en España con el régimen franquista. Esta postura no hallará el asentimiento general del exilio republicano español. Al final de sus Memorias, El eco de los pasos, García Oliver afirma: "Ni antes, ni durante mi gestión de ministro, ni durante el tiempo que vegeté en Barcelona, me arrepentí de lo que hice siendo ministro, ni de haber propuesto ir a por el todo. Jamás dejé de esperar la oportunidad de poder hacerlo."



Publicado en Nueva Historia, nº 24, enero 1979

Federica Montseny Ministra. Traformo la sanidad en España

Federica Montseny nació en Madrid el 12 de febrero de 1905. Era hija de dos anarquistas catalanes que fueron procesados en varias ocasiones por sus ideas libertarias. Unos padres peculiares, sin duda, que fundaron las publicaciones La revista blanca y Tierra y libertad, y que educaron a la niña en casa, ya que su madre era maestra.



De jovencita no se aburrió: estudiaba Filosofía y Letras en la Universidad de Barcelona, al tiempo que estaba afiliada a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y colaboraba en publicaciones anarquistas, donde escribía sobre filosofía, literatura y feminismo.



El 4 de julio de 1931, en la inauguración de un ateneo libertario, Federica Montseny se refirió al anarquismo con estas palabras: "Es un ideal que dice al hombre: eres libre. Por el solo hecho de ser hombre, nadie tiene derecho a extender su mano sobre ti. Eres tú el señor y el dios de ti mismo...". A luchar por ese ideal dedicó su vida, llegando incluso a ser ministra durante la Guerra Civil, por entender que la unidad de los antifascistas era necesaria para derrotar a las tropas franquistas. "Una mujer de voluntad de roca, que no se tuerce, y de carácter de hierro, que no se rompe". Así se definió a sí misma esta tenaz luchadora. Lo mismo que aquellos que tuvieron el honor de conocerla entre los que me encuentro yo (J.A.S.T).



Federica Montseny ha pasado a la historia como la primera mujer que formó parte de un Gobierno en España: de noviembre de 1936 a mayo de 1937 fue Ministra de Sanidad y Asistencia Social en el Gobierno del socialista Largo Caballero. Durante su mandato se enfrentó a Problemas que la guerra hizo acuciantes, como las cuestiones hospitalarias y la evacuación de refugiados. Cabe resaltar la creación de los liberatorios para prostitutas, donde se les ofrecía alojamiento y les enseñaba un oficio, y la promulgación de una ley del aborto. Tras la caída de Largo Caballero se opuso a una nueva participación de la CNT en el Gobierno. Terminada la guerra se exilió en Francia. Huyendo de los nazi se refugió en la Borgoña y, tras ser detenida, el Gobierno de Madrid solicitó su extradición, que fue denegada a causa de su embarazo. En 1945 se instaló en Toulouse, donde vivía desde entonces sus visitas a España fueron frecuentes dando charlas, Mítines y apoyando el Anarquismo en nuestro país lugar que ella siempre llevo en su corazón. Nunca, hasta su muerte, renunció a sus ideales anarquistas. En 1987 publicó el libro autobiográfico Mis primeros cuarenta años que narra el periodo de su vida comprendido desde su nacimiento hasta el final de la II Guerra Mundial.













Las batallas juveniles de Federica Montseny oscilaron entre el ámbito doméstico, donde perseguía en la vida cotidiana un trato igualitario con los hombres y romper con la tradicional postergación de la mujer, y el público, donde se volcó a través de la labor editorial de sus padres a publicitar a través de revistas y libros las ideas libertarias. "El grupo de anarquistas en el que creció constituía una suerte de gran familia, donde había fuertes afinidades entre padres y hermanos y amigos y correligionarios. Puede hablarse incluso de una especie de falansterio, al estilo de Fourier, pues, junto a la labor editorial, tenían también actividades agropecuarias para poder sobrevivir.



"Eran gente de principios y muy solidarios", cuenta Lozano del grupo que rodeaba a Federica Montseny. "No es que reivindicaran la infidelidad en las parejas cuando pretendían acabar con el modelo tradicional de familia. Luchaban porque cada cual pudiera elegir al compañero o compañera que quisiera, y poder cambiar si las cosas no habían funcionado". Federica Montseny estuvo siempre unida a su compañero Germinal Esgleas, con el que tuvo tres hijos.



Acabó la dictadura de Primo de Rivera, llegó la República. Todo aquello se vivió como una gran revolución, pero en el ámbito de la joven anarquista se quería ir más lejos. Es la época en la que Federica Montseny se vuelva en cuerpo y alma en su trabajo con la CNT (Confederación Nacional de Trabajadores), el sindicato anarquista. Los mítines, las publicaciones, las iniciativas solidarias siguieron su curso. Todo cambiaría drásticamente con el golpe de los militares y el estallido de la Guerra Civil. Fue entonces cuando llegó lo que Irene Lozano llama la "revolución inesperada". El alzamiento permitió que los grupos anarquistas convirtieran muchas de sus aspiraciones remotas en algo real. Las calles se llenaron de gente, el mundo se transformaba a marchas forzadas. Y hubo también mucha violencia.



"No creo que Federica Montseny supiera claramente al principio de la guerra lo que los anarquistas tenían qué hacer. Los acontecimientos iban demasiado rápido", dice Irene Lozano. "El Estado había sido siempre el gran enemigo, pero entonces había un enemigo mayor aún. En medio de la vorágine, considera finalmente que lo más importante es ganar la guerra, aunque para ello haya que formar parte de un Gobierno".



Teresa Claramúnt llego a tener una gran importancia para Federica Montseny, una obrera tejedora muy próxima a su familia y que había sido una activa luchadora en las filas sindicales y que murió al llegar la República. "No es que creyera en el sindicalismo, pero actuó en ese medio. Entendió que debía ocupar el lugar que había dejado su amiga y apoyó la insurrección y las conquistas de los anarquistas".







Los acontecimientos se fueron complicando cada vez más. La explosión revolucionaria inicial no fue suficiente para detener el avance del ejército franquista y las traiciones que por parte del Partido Comunista estaban realizando en retaguardia (recordemos mayo del 37) persiguiendo a todos aquellos que no eran comunistas de Moscú (C.N.T-F.A.I. y PSUC) Una fisura se abrió entonces en las filas anarquistas, donde convivían diferentes tendencias. Había muchos que consideraban prioritario llevar más lejos sus conquistas y profundizar en la revolución. Para otros era más importante ganar la guerra. Entre ellos estaba Federica Montseny, convertida ya entonces en uno de los líderes de la FAI (Federación Anarquista Ibérica). Y se convirtió en ministra.







(Extracto de la conferencia dada por nuestra compañera Federica Montseny, en el Coliseum MONTSENY, Federica: El anarquismo militante y la realidad española). Boletín de Información C.N.T.- F.A.I. (4 de Marzo 1937). Hoja 4-6.



Camaradas y amigos:



He aceptado el honor de iniciar ese ciclo de conferencias, con la complacencia del que ha de cumplir un deber impuesto por si mismo, con la complacencia del que ha de cumplir un deber impuesto por si mismo, pues quien ha situado la posición del anarquismo clásico, ha de situar hoy también al anarquismo en la posición exacta a que le han llevado los acontecimientos que estamos viviendo. Nosotros como anarquistas, no hemos rectificado nada de lo que era consubstancial con nosotros mismos. Era preciso hacer esta declaración. Somos anarquistas, continuamos siéndolo y perseguimos el logro de los mismos ideales de siempre. Los acontecimientos no tienen nada que ver con lo que es y seguirá siendo el movimiento anarquista español. En ningún país como en España se ha incubado el movimiento anarquista.

Nadie pudo prever los acontecimientos que siguieron al 19 de julio: sin embargo, nosotros no perdíamos la visión real del momento y continuábamos actuando como hasta entonces, pues desde el advenimiento de la República ninguna organización como la nuestra dió tantas pruebas de fervor revolucionario. Un socialismo reformista, un acontecimiento casi general había ido conteniendo el proceso revolucionario. Fué necesaria nuestra constancia, el acicate, lo que podríamos llamar nuestra locura, para el desgaste de las fuerzas que se oponían a los avances del proletariado, consiguiendo también que el propio socialismo reformista se situara en una posición revolucionaria. Y así llegamos a la militarada, a la que hizo frente el proletariado determinando con su resistencia heróica los acontecimientos y surgiendo una aurora nueva. Se produce en España un movimiento de masas y nuestro pueblo se lanza a una revolución que no tiene nada de común ni con la Revolución rusa ni con otros movimientos. No hubiera habido revolución si no hubiésemos nosotros preparado al pueblo. Es este nuestro triunfo y el galardón más preciado que tenemos los anarquistas. Sin que la filosofía anarquista haya sido rectificada, hemos sabido adaptarnos a las circunstancias. Si el día 19 de julio hubiésemos ido a la realización totalitaria de nuestros ideales libertarios, el hecho habría sido catastrófico, como si lo hubiesen intentado comunistas estatales o socialistas. Con ello habría quedado roto un frente de lucha. Por eso hemos sido nosotros los primeros en dar la nota de ponderación en las aspiraciones.



La lucha del pueblo español contra el fascismo internacional, era ya de por sí bastante audaz y grandiosa para un pueblo casi desarmado, un pueblo que necesita varios días para agitar la conciencia de los otros pueblos, pero ello no fué lo suficiente y nos encontramos solos con nuestro espíritu de querer ser libres a la tendencia autoritaria del fascismo internacional. Nosotros representamos un movimiento contra los imperialismos siempre agresivos de Italia y Alemania. Y es ya de por sí tan grande esta lucha, que el triunfo sobre el fascismo ya merecía el sacrificio de nuestras vidas. Nosotros, los anarquistas españoles, dándonos cuenta de las imperiosas necesidades que exigen las realidades del momento, hemos seguido una línea de conducta, cuya finalidad tendía a que no se repitiera lo que ocurrió en Rusia, donde el anarquismo, a pesar de su potencialidad, fué desplazado de la dirección de la revolución por una organización minoritaria. Éramos nosotros el 19 de julio, el movimiento obrero más importante de España, al menos en Cataluña, y podíamos habernos lanzado a la aventura de una conquista totalitaria de nuestros ideales. No lo hicimos por no malograrlo todo.



Con nuestra actitud hemos evitado que alguien pudiera terminar la fermentación popular por medio de una dictadura. La intervención de la C.N.T. en el Gobierno central y en el Consejo de la Generalidad de Cataluña, ha conseguido que el movimiento anarquista no se viera desplazado de la dirección de la revolución. Se necesitaba un verdadero frente único de todo el proletariado y de todos los elementos antifascistas para oponer un valladar infranqueable al fascismo internacional, que de la península había hecho campo de operaciones y ahora este pueblo que va venciendo a los fascistas, avanza socialmente creando un nuevo concepto de la vida, una nueva sociedad. ¿Decidme si no es grande lo que estamos haciendo? Cuando contemplemos las horas que estamos viviendo nos asombraremos de nosotros mismos. Y pensaremos cómo ha sido posible que hayamos podido vencer tan grandes obstáculos.





De todos los problemas que plantea la hora presente, el de la guerra es la más simplista porque para la misma se ha podido conseguir y mantener la unidad de todos los obreros republicanos, socialistas, comunistas y anarquistas, los que saben que el fascismo representa a la estrangulación, algo más duro que la dictadura pasada, porque en el movimiento fascista español se ha injertado el fascismo alemán o italiano. El odio al fascismo, el deseo común de vencerlos nos une, pero ahora imaginad el panorama una vez terminada la guerra, con diferentes fuerzas ideológicas, que propugnarán para imponerse unas a otras. Una vez terminada la guerra se volverá a situar de nuevo en España el problema, con las mismas características que se situó en Francia y en Rusia. Nosotros, hoy ya debemos situarnos.



Hemos de precisar nuestros puntos de vista para que los otros partidos sepan a qué atenerse, y podamos todos de una manera franca, leal, encontrar esa unidad precisa para el día de mañana. Hemos de buscar la plataforma, el punto de contacto, que nos permita, con la mayor libertad y con un mínimo plan de realizaciones económicas, continuar el camino emprendido hasta llegar a la meta.



Ya hemos hablado nosotros de los que queremos una vez que haya terminado la guerra. Lo que decimos hoy lo veníamos diciendo antes de la guerra. Y decíamos que había algo consubstancial con la historia de España, con las aspiraciones del pueblo que se manifestaba en cada momento de eclosión de la conciencia, el movimiento de los Comuneros de Castilla, el de los segadores catalanes, que desde muy lejos afirma la posición de nuestro pueblo contra el Poder centralizador y absorbente, esta aspiración, admiración de los otros países que se sorprendían con los aires de libertad y de democracia que la informaban y que eran la afirmación de nuestra personalidad propia ante cuanto pudiera significar tiranía u opresión. Todos tenemos el mismo sentido racial de la libertad contra la opresión, contra la humillación, y por eso en España pudo imponerse la dictadura de Primo de Rivera, que era de opereta, como tampoco impondrán la suya Mola y Franco, pues nuestro pueblo prefiere la muerta antes que la esclavitud. Nuestro concepto de organización es simplemente federalista. De mí en particular se ha dicho que estoy más cerca de Pi y Margall que de Bakunin. Yo puedo afirmar que en la interpretación filosófica, económica y política de Pi y Margall, coincidimos todos los anarquistas españoles, porque éste supo dar con lo que era consubstancial con nuestro espíritu. El federalismo es la garantía de que el resultado de la lucha ha de ser fecundo en beneficios materiales para los obreros de las ciudades y de los campos, haciendo de España lo que no ha sido. Federalistas hemos de ser todos. Federalistas han de ser los socialistas, a pesar de su tendencia centralista, que ha tenido como consecuencia el espíritu autoritario de Marx, que ha de ser rectificado. Federalistas son todos los republicanos, y federalistas hemos de ser nosotros aceptando la constitución de la Federación Ibérica de repúblicas socialistas que dará a cada región el derecho a estructurarse a sí misma. Hasta hoy España es una cabeza monstruosa con un cuerpo raquítico. A Madrid afluye toda la riqueza del país.



No es posible la reconstrucción económica del país manteniendo el poder de al burguesía. i se quisiera restituir a la burguesía el poder, ello constituiría la mayor de las catástrofes. Los trabajadores aceptarán las jornadas de sacrificio para la revolución, intensificarán la producción en beneficio de la revolución, pero si ello se les exigiera para otra cosa que no fuera el triunfo de la Revolución, nada se conseguiría, y además, los obreros no lo permitirían. El pueblo español al luchar contra el fascismo, lucha al mismo tiempo contra las desigualdades sociales, contra toda una historia de siempre, en la que se le adjudica a él el papel de víctima, contra el señoritismo del pueblo español, aunque se le exijan mayores sacrificios para después de la guerra y para el triunfo de la Revolución, como tiene una moral de combate, sabrá estar en su puesto y trabajará para él y para sus hijos, pero nunca lo hará para que alguien redondee solamente su fortuna; trabajará, luchará solamente para sí y para el mañana. Que no lo olvide nadie esto. No se trata de una guerra civil. Es la guerra del pueblo, de los trabajadores contra el señorito, contra el militar, contra el parásito. Los partidos burgueses han fracasado por no haber sabido crear una conciencia moral ni oponerse a la militarada, dejando a los militares en libertad de acción, para que pudieran preparar el actual movimiento facciosos, que si no triunfó fué porque le faltó una base popular. De ahora en adelante, parA que pueda plasmarse, la nueva España, es necesario que todos los resortes de la dirección del país pasen a las manos de los trabajadores, y una vez establecido el federalismo se impone la unidad económica de los trabajadores por medio de la unión efectiva, constante y leal de las dos sindicales U.G.T y C.N.T.

En España, con la economía en manos de los trabajadores, es preciso que se acentúe la moral del sacrificio y el sentido de responsabilidad individual y colectiva. La moral ha de llevarnos a aceptar todas las penalidades, al reaccionamiento, las jornadas para la reconstrucción, la honradez y la austeridad, y todos nos hemos de sentir soldados de una gran causa, siendo desterrados todos los privilegios. Con el sentido de responsabilidad lograremos la desintegración de nuestros egoísmos, de nuestras ambiciones personales, para sumar en la obra que ha de garantizar la realización de todas nuestras ansias. Y esto que queremos, somos los primeros en alentarlo en nosotros y en los otros. Si en España no se ha podido destruir la autoridad en absoluto, se van mermando sus prerrogativas con federalismo primero, y después enseñando al hombre a vivir sin que nadie le mande para el cumplimiento de sus deberes, creando en él el sentimiento de la libertad dentro de los principios anarquistas que continúan siendo las esencias del liberalismo. Este proletariado español, educado en tales principios y afinada su personalidad en las realidades que impone la lucha que lleva a cabo, será el que señalará el camino por el que han de seguir todos los obreros del mundo para la conquista del derecho a la libertad y al bienestar.



Federica Montseny







SUBLEVACIÓN DEL EJÉRCITO







Como ya es sabido el, el 17 de Julio de 1936, un grupo de militares se subleva en Melilla contra el régimen legalmente establecido en el Estado Español. El movimiento se extendió de inmediato a Tetuán, Ceuta y Larache. El día 18, el alzamiento se producía en todas las divisiones militares de la península. Siendo aplastado en gran parte de la Península por los trabajadores organizados en gran parte en la CNT y en la FAI.







En este contexto el Presidente Azaña encarga formar gobierno a Francisco Largo Caballero que cuenta con todas las fuerzas políticas del momento, incluidos los anarquistas. Es entonces cuando Federica Montseny es nombrada ministra de Sanidad y Asistencia Social en noviembre de 1936, siendo la primera mujer ministra en un gobierno democrático español, cargo que ejerció hasta mayo de 1937 cuando cae el gobierno del socialista Largo Caballero.



La contribución de Federica Montseny a la salud pública y a la consecución de los derechos en salud de las mujeres en España, fue un hito histórico, frustrado por la rebelión militar que dio lugar a una guerra civil y la posterior dictadura militar, con el retroceso consiguiente en los derechos de salud de las mujeres conseguidos durante la II República.



Como ministra, elaboró la primera Ley que reguló el derecho al aborto. Tuvo numerosas iniciativas en el ámbito de la asistencia social, la ayuda a los refugiados y la sanidad publica. Impulso un cambio en la conceptualización tanto de la sanidad pública como del bienestar social que se reorganizó, en medio de la contienda de la guerra civil, para “satisfacer las necesidades de la salud de los proletarios”. Se basó esta nueva orientación en un concepto humanístico de la medicina que acentuaba la necesidad de reestructurar los servicios médicos, descentralizándolos y relacionados con el entorno social. La asistencia medica socializada y las medidas sanitarias preventivas fueron la clave para este nuevo enfoque revolucionario que intentaba ofrecer una higiene global y una respuesta social a las necesidades sanitarias de la población.



De acuerdo con los reformadores sexuales anarquistas, Montseny propulsó una reforma de la cultura sexual en la que tanto hombres como mujeres tenían que construir una nueva cultura sexual. Aunque su forma de ver la sexualidad no tenía en cuenta el genero, ella sostenía un concepto muy distinto al de la organización anarquista Mujeres Libres que culpaba a la inmoralidad sexual masculina de mantener la prostitución y dando prioridad en su programa a la supresión de la prostitución. Montseny apoyó esta iniciativa en pro de la abolición del “amor mercenario” pero admitió que su campaña en el Ministerio de Sanidad y Asistencial Social para erradicar la prostitución había fracasado.







Montseny escribió numerosos artículos sobre la emancipación de la mujer y denunció la discriminación sexual existente, incluso en el seno del propio movimiento obrero, no obstante no creía que existiera una cuestión femenina específica. El prototipo de la nueva mujer que defendía tenía plena confianza en ella y era consciente de que el destino de la humanidad dependía de ella.



Afirmaba que “la mujer es pacifista por temperamento, por la pasión que siente por sus hijos, por su amor a la vida” pero hizo llamamientos a las mujeres para que participaran en la guerra civil del 36 al 39 como único camino hacia la libertad en su propósito de eliminar al fascismo.



Entre sus obras destacan los escritos en la Revista Blanca entre 1923 y 1936 y Cien días en la vida de una Mujer, en 1949, en los que defendió la emancipación económica y sexual de las mujeres y denunció el sexismo.







En 1945 se instaló en Toulouse, y hasta su muerte ni abandonó Francia ni renegó de sus ideales anarquistas. Murió en enero de 1994, víctima de una enfermedad Terminal.



Montseny publicó varios libros. Entre ellos destacan La mujer, problema del hombre, Cien días en la vida de una mujer, Crónica de la CNT, El anarquismo y Mis primeros cuarenta años. De su vida personal podemos contar que lo que más le afectó fue la muerte de una de sus hijas. Eso fue lo que contó la otra, llamada Vida, quien recordó a la muerte de su madre que ésta renunció a la vida de madre y esposa para dedicarse por entero a su carrera política y a luchar por la liberación de la mujer.



Sin embargo, no dejó Francia porque allí estaban sus hijos y sus nietos. Y es que, como en muchas otras cosas, Federica Montseny fue pionera en tratar de combinar ambas facetas en unos tiempos en los que ésa era la excepción y no la norma entre las mujeres españolas. Por su personalidad, sus ideas y su intensa dedicación a la política, la llamaron "la pasionaria anarquista".







Así fue la ex ministra de la República Española Federica Montseny. Una mujer, una compañera que lo dio todo por sus ideales y por la necesidad de aquel momento pero, que jamás renuncio a ellos. Murió en Francia teniendo 88 años en enero de 1994. Fue la primera mujer ministro en Europa y tal vez, en el mundo.



Este es nuestro pequeño homenaje a nuestra gran compañera y puedo decir con franqueza que fue un gran honor el haberla conocido, el haber podido hablar con ella, dialogar con ella y abrazarla son grandes recuerdos que tengo de nuestra compañera por ello su recuerdo siempre estará en mi memoria y espero que en la de todos.

viernes, 1 de octubre de 2010

DESPUÉS DEL 29 DE SEPTIEMBRE......QUE PASA

Después del 29 de septiembre                                                                                                                                                               Los sindicatos han cumplido con el acuerdo secreto que tenían con el gobierno, los patronos se flotan las manos, el despido más  barato los contratos más frágiles, y la jubilación más  tardía ,quieren explotarnos hasta el último momento, No han planteado la jubilación a los 55 años y la jornada semanal de 35 horas. NO, eso, ni nombrarlo es mejor NO crear enemistades con sus amigos de negocio. Zapatero, no tiene intención de retirar la reforma laboral, ésta dispuesto a perder las elecciones, generales y autonómicas.                                  Zapatero, no te preocupes que lucharemos y explicaremos a todos los ciudadanos, como  has vendido a los empresarios nuestros hijos., son vendidos a los patronos con la convivencia de los sindicatos, sindicatos que tienen nombre y son UGT Y CCOO, ya lo sabía por eso no fui a vuestras manifestaciones, vuestras pancartas sindicales eran un claro ejemplo de que todo está pactado , NO pedían ninguna reivindicación, solo pedíais la retirada de la reforma laboral, un claro ejemplo de manipulación de la clase trabajadora, pero no preocuparos, yo en la medida que pueda denunciare esta manipulación, lo haré. Donde esta vuestra finalidad socialista para qué han muerto tantos compañeros luchando por nuestros derechos, es cierto que en la historia del movimiento obrero la manipulación de los políticos al servicio del Estado, y defendiendo sus intereses de clase a costa de  explotación de los trabajadores se ha produjo siempre ., Desde aquí pido que todos los trabajadores conscientes de la situación de manipulación la denuncien, la traición de los sindicatos a los trabajadores, no puedo consentir que después de tanto tiempo luchando por la socialización de los  medios de producción como medida para acabar  con esta crisis del capitalismo y del  estado burgués SIGAMOS EN LA MISMA SITUACION DE EXPLOTACION que ahora la quieren convertir e derecho ,,  MEDIDAS PARA ACABAR CON LA CRISIS.  Dejar de financiar a la iglesia católica y a cualquier otra religión,  socialización de los recursos naturales. Y expropiación de la banca y de las cajas de ahorros y de todas sus empresas para acabar con la usura,  expropiación de las centrales nucleares y de las empresas hidroeléctricas ya que si nosotros padecemos el peligro que suponen las centrales nucleares, tenemos que compartir los beneficios no podemos permitir que se enriquezcan jugando con nuestras vidas. Mientras desarrollamos más las henergias alternativas. Una sanidad auto gestionada y pública y de carácter universal. Con todo el dinero que hay se puede solucionar el problema del paro, un sueldo digno para los parados y paradas., exijo un sueldo mínimo para los jóvenes, como medida para que se puedan  estudiar y formarse   sin ser explotados que ya le tocara ser explotados, jubilación a los 55 años. Jornada laboral de 30 horas, ni horas estrás ni destajos, para repartir el trabajo entre todos esta es la forma para acabar con parte de las injusticias que llevan a los hombres y a las mujeres a luchar por su dignidad., Un  cabio radical en el planteamiento de la enseñanza, una pedagogía antiautoritaria y racional capaz de crear personas libres, y no maquinas  de competir, personas que amen la poca naturaleza que queda y los seres vivos una pedagogía de fraternidad., Y  por ultimo unos SINDICATOS que tenga como finalidad la  formación y la preparación de sus asociados para gestionar y colectivizar las empresas., Des centralización del poder municipal en las asociaciones de  de vecinos y al mismo tiempo descentralización de las  asociaciones de vecinos en las asambleas de escalera, esto se ría la democracia directa.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Conferencia de José Luis Velasco (1/9)



la colmena obrera en memoria de juan peiro

viernes, 3 de septiembre de 2010

EN RECUERDO DE BELÉN GALÁN SOSA. UNA PERDIDA PARA LA FAMILIA CONFEDERAL

Imágenes


El pasado domingo 22 de Agosto de 2010 falleció una de nuestra compañera más querida y luchadora que... jamás hayamos conocido. Una de esas personas cuyo valor personal desafía todos los límites que podamos imaginarnos. Eterna rebelde, fue un torbellino de vida, libertad y alegría. Durante 4 años luchó contra el cáncer, pero finalmente Belén nos ha tenido que dejar.



Pero Belén no está muerta. Sus hechos y las consecuencias de éstos, sus palabras, su recuerdo, su ejemplo y su espíritu siguen vivos, muy vivos. Ella está viva en todos nosotros y ahora más que nunca. Sus innumerables deseos, proyectos y sueños siguen ahí y aún pueden eclipsar ese río salvaje de aguas rápidas y rebeldes que fue su intensa vida.



Nacida en Cáceres el 8 de Enero de 1988, se trasladó con su familia a Algeciras. Belén empezó su andadura en el movimiento libertario allá por el 2002 en el Ateneo Libertario de La Línea. Ahí inicia su formación junto a otros grandes compañeros e inician sus primeras luchas. En el 2005 se traslada a Granada a estudiar Ciencias de la Educación y se incorpora en el Sindicato de Enseñanza de CNT-AIT Granada. Asimismo, colabora con otros colectivos, con el Centro Social Okupado de los 15 Gatos y con la CNA. Alterna algunos trabajos en la hostelería y la telefonía.



Muchos la recordamos con el megáfono en mano. Era ella una gran activista y participó en casi todas las movidas y acciones que se realizaron en Granada, y en muchas de otras localidades. La actividad desde la base, cotidiana y diaria era lo que definía a Belén. Pero eso no impidió que realizase otras grandes responsabilidades y acciones. Desde la CNT de Granada la recordamos por organizar la Biblioteca de nuestro sindicato como buena amante de libros que era, hacerse cargo de secretarías (Acción Social y Pro-Presos), participar en el Congreso Internacional de la AIT en Manchester en el año 2006, colaborar en la Coordinadora Estatal de la Enseñanza de CNT, protagonizar con otros los días más intensos de las movilizaciones contra el Plan Bolonia en Granada, actuar en numerosas actuaciones teatrales de carácter social, leer diversos comunicados de solidaridad en conciertos importantes de la ciudad, y organizar innumerables asambleas, manifestaciones, luchas... La lista sería infinita, y otros colectivos podrían aportar aún muchos más ejemplos.



El pasado jueves 26 de Agosto se plantaron varios árboles con sus cenizas en un denso bosque granadino. Sus restos irán a la Naturaleza que tanto amaba. Belén por fin es libre y salvaje.



Su ejemplo está en todos nosotros, y queremos compartir con todos esa vida tan maravillosa, para que se sepa que una vez hubo una compañera que se llamaba Belén Galán Sosa, que nos dio lo mejor de sí y ha dado una lección de vida al mundo entero de lucha diaria y constante por lo que uno ama y desea. Una vida hermosa que ahora recogemos todos y llevaremos en nuestro corazón.



Gracias, Belén, por todo. Siempre estarás con nosotros, sirva estas letras que sólo relatan una parte de tu vida como recuerdo y homenaje a tu lucha y a tu esfuerzo. Ahora nos toca a nosotros ser los fuertes y continuar tus sueños y tu causa. Belén, por ti.



PD: No queremos terminar este recuerdo sin mencionar a la familia de Belén y sus amigos, que tan feliz la hicieron y ahora están sufriendo tan gran pérdida. Todo nuestro apoyo y solidaridad.



CNT-AIT Granada.

De:Columna Maroto

jueves, 26 de agosto de 2010

Existe libertad sindical en España? O la persecucion de los anarcosindicalistas

13/7/2010




¿Existe libertad sindical en España?



x Periódico cnt :: Más articulos de esta autora/or:



Es muy habitual que el mero hecho de que un compañero se presente como delegado de la sección sindical de la CNT en una empresa conlleve el despido fulminante.



En 2010, treinta y cinco años después de la muerte del Dictador, puede parecer ocioso o sorprendente el hacerse esta pregunta. No obstante, la realidad cotidiana nos indica que la respuesta a ella ha de ser negativa, y lo sorprendente -si no supiéramos que la conciencia de clase, como norma general, brilla por su ausencia- es que no se escuche un clamor unánime de los trabajadores, exigiendo esa libertad primordial de la que se carece.

Aunque no los viviéramos, sentimos nostalgia de aquellos tiempos en los que los trabajadores se movilizaban al grito de: ¡Asociación o muerte!, pues ese lema era toda una declaración de principios. Y muertos, heridos, encarcelados, torturados y represaliados bajo las más diversas formas los tuvo en abundancia el movimiento obrero, muy especialmente el de inspiración libertaria. Hoy, sin embargo, y a pesar de tantos sacrificios, los cenetistas hemos de permanecer en nuestros centros de trabajo, en no pocos casos, en una situación de auténtica clandestinidad, porque es muy habitual que el mero hecho de que un compañero se presente como delegado de la sección sindical de la CNT en una empresa conlleve el despido fulminante, y aunque en casos concretos se hayan dictado sentencias considerando nulos tales despidos, son muchísimas también las ocasiones en las que los jueces o tribunales nos han sido adversos, logrando -a lo máximo- que el despido sea considerado improcedente; es decir, que ha imperado la voluntad de la empresa, y se han frustrado las expectativas de implantación de la CNT en ella.

Además, cuando la CNT entra en conflicto con una empresa suele tener también enfrente a los pseudosindicatos que constituyan el comité de esa empresa concreta; da igual que sean CCOO y UGT (en la mayoría de los casos) o cualquiera de las otras organizaciones mal llamadas sindicales (léase USO, CSIF, CGT, etc.). El caso es que tales organizaciones toman partido, generalmente, por la empresa y en contra, evidentemente, de la CNT.

¿Para qué sirve, pues, la pomposamente denominada Ley Orgánica de Libertad Sindical? Absolutamente para nada, porque las leyes las hacen los siervos del capitalismo que se sientan en los escaños del Congreso y del Senado, y las hacen, lógicamente, al gusto de sus amos, como hemos visto claramente hace sólo unos días con toda la serie de medidas antiobreras denominadas eufemísticamente por el Gobierno medidas urgentes para la reforma del mercado de trabajo. La LOLS es, precisamente, la plasmación de la ausencia de libertad sindical en España, al considerar sindicatos más representativos a aquellos que obtengan un 10 por ciento a nivel nacional o un 15 por ciento a nivel autonómico de los delegados de personal o miembros de los comités de empresa (cifra, por cierto, ridícula), otorgándoles unos privilegios que se niegan a los que no alcanzan ese porcentaje o a la CNT, que los rechaza y que, por sus principios anarcosindicalistas, no participa en la farsa de la elecciones sindicales, que consisten en trasplantar al ámbito de los centros de trabajo el sistema parlamentario democrático-burgués de democracia representativa.

La CNT, lo mismo que se opuso a los llamados Pactos de la Moncloa (y lo pagó muy caro) se opuso en su momento al Estatuto de los Trabajadores, por considerarlo -porque lo es- un compendio de medidas disciplinarias y restrictivas al servicio de los patrones, entendiendo, además, que el intervencionismo estatal superaba, incluso, al del régimen franquista. Y si durante el franquismo existían unos sindicatos verticales a los que era obligatorio que los trabajadores estuvieran afiliados, ahora hay otros sindicatos verticales a los que no es obligatorio pertenecer, pero que deciden en nombre de todos los trabajadores sin pedirnos autorización para ello.

Para ser coherentes -ya que la experiencia ha demostrado que el análisis que nuestros compañeros hacían 30 años atrás era correcto- debemos romper el marco de la legislación laboral, pues es algo sobradamente sabido que todo derecho que se legisla se recorta, se castra y desaparece. La CNT tiene que utilizar ampliamente la acción directa, y tiene que hacer saltar la costra que impide su rápido crecimiento, tan necesario, especialmente en estos momentos, en los que los trabajadores necesitan de una organización como la nuestra, que haga frente al sistema capitalista y a todas las injusticias que le acompañan.

Y eso no se hace ni utilizando las leyes burguesas ni mendigando una libertad sindical que no tenemos y que no nos regalaran jamás. La libertad no se mendiga, se conquista. Y eso no se hace con leyes, jueces y abogados, sino con la acción directa, decidida y revolucionaria de los militantes anarcosindicalistas de la CNT.

FRANCISCO FERRER Y LAS MISIONES PEDAGÓGICAS DEL ANARQUISMO

FRANCISCO FERRER Y LAS MISIONES


PEDAGÓGICAS DEL ANARQUISMO

Pedro García Guirao∗

Instituto Cervantes de Praga

Antes que seres pensantes, antes que artistas, somos animales de carne y hueso

que necesitamos nutrirnos, llenar el estómago, cumplir todas las funciones

fisiológicas, acallar la bestia para que el hombre surja. Es menester mirar a las

multitudes que mal comen y mal visten, que lo ignoran todo porque de todo carecen,

que arrastran una existencia más miserable que la de los brutos; y mirarlas, no por

caridad ni por humanidad sino porque tienen el mismo derecho, a su total

desenvolvimiento que el más pulcro, el más sabio, el más esteta de los intelectuales,

de los escogidos; porque la emancipación, para ser real y efectiva, ha de ser universal,

que en medio de un rebaño de hombres nadie podría gloriarse de gozar de libertad,

bienestar y paz.

RICARDO MELLA (1861-1925)

1-. ANARQUISMO Y EDUCACIÓN

Según las fuentes consultadas, en 1877 el 72 por ciento de la población española era analfabeta. Después de más de 30 años, en 1910, las cifras hablan del 59 por ciento de analfabetos entre los adultos y del 50 por ciento entre los niños por encima de los 10 años. Solamente países “tercermundistas” como Italia y Portugal compartían unas estadísticas tan reveladoras en cuestiones de alfabetización. Si buscamos las razones de semejante situación encontraremos varias respuestas. Además de la miseria económica vivida por estos países existe otro factor quizás aún más decisivo. Ese factor no es otro que la actitud o mentalidad española en materia de educación. Por ello, dejando de lado las cuestiones económicas, es posible preguntarse sin más rodeos, ¿quién se había encargado durante siglos del control absoluto de la educación en España? La respuesta obviamente nos conduce de un modo directo a la institución ideológica y económica más

∗ Licenciado en Filosofía e investigador independiente, ejerce como profesor de español en el Instituto Cervantes de Praga donde también prepara su tesis sobre la ministra anarquista Federica Montseny dentro del contexto de la Guerra Civil española. Correo electrónico: pegagues@gmail.com

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poderosa de la época, la Iglesia Católica. Durante algunos siglos esta institución, especialmente en España, jamás se vio amenazada seriamente por enemigo alguno. Ella misma creó unos fuertes mecanismos, físicos y mentales por los que se convertía a sí misma en infranqueable. El ethos cristiano y sus mecanismos de control y represión habían caído tan profundamente en la mentalidad española que generación tras generación se hacía más fuerte. Ahora bien, con lo que la Iglesia no contaba era con el fenómeno a gran escala de secularización1 y anticlericalismo iniciado en la Europa post-ilustrada. De este modo: «Alarmada por la secularización de la cultura europea y por el rápido crecimiento del anticlericalismo entre las masas españolas, la Iglesia intransigentemente defendió la instrucción Católica en las escuelas, tanto públicas como privadas. Para los liberales, sin embargo, la cuestión no era un problema religioso –la mayoría de los liberales ortodoxos era buenos católicos- sino más bien político: El clero católico permanecía hostil hacia la mayoría de las libertades básicas del gobierno constitucional. Dado que el impulso de “europeización” de la nación barrió toda España después del fracaso de 1898, la orientación política y moral proveída por las escuelas católicas aparecía como el más serio obstáculo a la modernización y, lo que es aún más importante, a la creación de una conciencia cívica y un patriotismo en la nación como un todo»2.

Esa incompatibilidad con la modernización nació de los controles eclesiásticos, centrados en nociones como la virtud, el honor, la obediencia y, lo que es más importante, la autoridad divina. Con la censura eclesiástica se intentaba evitar, en consecuencia, la revolución, el laicismo, la tolerancia liberal. Nada podía escapar a su control, ni la educación, ni la política, ni la economía. Sin embargo, varios grupos de hombres formados principalmente en teorías políticas de origen francés supieron ir minado la censura eclesiástica denunciando sus abusos e ineficacias en todas las esferas de la vida. No se conformaron exclusivamente con denunciar esos abusos sino que propugnaron varios programas alternativos tanto en educación, en política como en

1 Sobre el tema de la secularización véase el decisivo artículo: A. RIVERA, «La secularización después de Blumenberg», en Res Publica, 11-12 (2003), pp.95-142.

2 C.P. BOYD, «The Anarchists and Education in Spain, 1868-1909», The Journal of Modern History, Vol. 48, Nº 4 (December, 1976), p.137. (Nuestra traducción)

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economía. Uno de esos grupos es el formado por los anarquistas. De este modo, poniendo especial atención al tema de la educación, vemos cómo los anarquistas aspiraban a crear otro mundo moderno incompatible con la Iglesia cristiana. En el ya clásico estudio del anarquismo español, Álvarez Junco, hablando a propósito de la importancia de la educación en el ideario ácrata, afirma que: «Entre los anarquistas, el planteamiento es, en principio, tajante: cada militante debe realizar una “revolución interior”, fundamentalmente intelectual, antes de poder aspirar legítimamente a transformar la sociedad. […] Y sólo cuando, gracias a la cultura, se haya creado un número considerable de seres “conscientes” de sus derechos y liberados personalmente del militarismo, la religión, los vicios y la ignorancia de la sociedad actual, será positiva una acción revolucionaria tendente a derribar las estructuras sociales y sustituirlas por otras en las que esos individuos transformados previamente puedan iniciar la práctica de la liberad»3. Esto viene a decir que las revoluciones, los cambios profundos en la sociedad empiezan por uno mismo, empiezan por un cambio de mentalidad al que casi con toda seguridad, al menos en opinión de los libertarios, le seguirá una revolución, esto es, un cambio radical en las instituciones sociales, políticas y económicas de una nación. Naturalmente, a casi ningún libertario se le escapa el hecho de que la educación, por muy práctica e integral que sea, no puede generar por sí misma grandes cambios ni revoluciones. La educación en un sentido libertario –se nos dice- si algo, es un medio para llegar a un fin: la revolución.

Entre tanto, desde esa dialéctica entre medios y fines los anarquistas iniciaron su campaña pedagógica, en primer lugar, denunciando lo que ellos llamaban el uso privilegiado de la educación, esto es, la educación para una minoría que puede pagar. Y es que, «un sentimiento compartido por reformadores políticos y sociales en el siglo XIX fue el de que la restricción de la educación sólo para quienes podían pagar por ello, retardaba la aparición de los principios democráticos. Como sus contemporáneos, los anarquistas veneraban la educación, especialmente la educación científica, que prometía

3 J. ÁLVAREZ JUNCO, La ideología política del anarquismo español (1868-1910), Madrid, Siglo XXI, 1991, p.519.

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acelerar el progreso hacia delante de la humanidad. […] La ciencia y la razón tenían la llave para la felicidad, la dignidad y la liberación –en una palabra, para la revolución»4.

A la luz de estas consideraciones vemos cómo era muy importante extender la alfabetización al mayor número de personas. Ahora bien, y esta sería la segunda campaña pedagógica de los anarquistas, no se trataba exclusivamente de dilatar el número de personas capaces de leer, escribir y realizar operaciones matemáticas simples, se trataba además de revisar, rescribir y, en cierto sentido, de liberar a la educación de los dogmas y los misterios cristianos. Y esto porque conviene no olvidar que el elemento central sobre el que gira toda la religión es la idea de misterio. Misterio ha de ser entendido aquí desde su doble sentido: 1º) Como un arcano o cosa secreta. Y es que el secretismo y la ocultación han sido una constante en la Historia de España. Tanto los sacerdotes como los políticos de turno se encargaron de tapar y falsificar la información. El pueblo no debía tener acceso a determinados fundamentos, se excusaban diciendo que era un pueblo inculto incapaz de asimilar ciertas cosas. Incluso es posible que tuviesen razón, sin embargo, no hay nada que vaya más en contra del sistema libertario que la ocultación de acontecimientos y de información. Había que hacer público todo aquello que afectaba al gobierno de una nación, tanto lo positivo como lo negativo porque, de lo contrario, se caía en el sectarismo, en el uso privilegiado de los datos. Se sucumbía ante la aceptación acrítica de las manipuladas interpretaciones que un líder (espiritual o político) daba a la plebe como representante de no sabemos qué instancia superiora. Además de todo ello, sin la publicidad de los misterios religiosos y políticos, de los actos de la Iglesia y del gobierno, el control de los dirigentes se hacía prácticamente imposible. 2º) La otra acepción del término misterio es aquella que se refiere a la cosa que es inaccesible a la razón y que simplemente debe ser objeto de fe. Los anarquistas afirmaban que nuestra tradición racionalista nos hace que seamos incapaces de aceptar esos dogmas o misterios que el cristianismo se empeña a toda costa en inculcar. Eso es al menos es lo que nos advierte, por ejemplo, Pi y Margall cuando afirma que: «La razón es soberana»5.

4 C.P. BOYD, o. c., p.126.

5 F. PI Y MARGALL, La reacción y la revolución: estudios políticos y sociales, Barcelona, Anthropos, 1982, p.144.

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Siguiendo sus argumentaciones, nos dice que a través de la criba que supone la razón, la religión como suprema hacedora de misterios, estará condenada a desaparecer y con ella todos aquellos que tienen intereses de todo tipo en que esa gran ficción permanezca incorrupta a lo largo de los tiempos. Por tanto, la única manera de que la religión caiga es eliminando todo el misterio que la rodea, es introduciendo racionalidad en la irracionalidad religiosa. En este contexto, la propuesta que Pi y Margall lanzaba era la siguiente: «Dejad que esa juventud, ahora escéptica, se convierta en pensadora; que halle en una escuela filosófica el modo racional de explicar sus relaciones con Dios, la humanidad y el mundo; la duda se transformará en negación, y a no dudarlo hallaréis dentro de poco rodeadas de silencio y soledad nuestras iglesias»6. De este modo, una vez que la religión entrara en contacto con la razón aquélla estaría herida de muerte y jamás podría recuperarse. Pi explicará esta idea mediante, cuanto menos, una curiosa comparación: La fe es como la virginidad, una vez que se pierde, ya no se recupera7.

Todas estas teorías podrían ser resumidas en la idea de que, pese a lo dicho, lo importante para la educación libertaria no era el número de personas a las que podía alcanzar sino más bien la calidad de la misma. Hace un instante nos preguntábamos retóricamente, pero es que ¿no existía en la España de principios del siglo XX lo que podemos entender por educación? La respuesta obviamente era afirmativa: «Pero para los anarquistas la educación estatal libre y obligatoria era un remedio peor que la enfermad, especialmente desde que el Estado se dedicaba a transmitir valores burgueses a los trabajadores, de tal forma que se retrasaba el nacimiento de la mentalidad revolucionaria. Si la instrucción pública había sido extendida a la clase trabajadora en otras partes de Europa fue solamente debido a la necesidad de “instrumentos de trabajo más perfectos” en la industria. Los trabajadores, de este modo, como resultado de ello podían ser menos ignorantes, pero seguían siendo más y más dóciles»8.

Estableciendo una breve historia de las ideas, tres habrían sido los maestros anarquistas encargados de hacer evidente este uso instrumentalizado de la educación por parte de la religión y de los estados. Proudhon, Bakunin y Kropotkin. Para el primero:

6 F. PI Y MARGALL, o. c., pp.145-146.

7 F. PI Y MARGALL, o. c., p.144.

8 C.P. BOYD, o. c., p.127.

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«Su meta no fue tanto la liberación espiritual de la personalidad individual como la eliminación de las diferencias de clase basadas en distinciones gratuitas entre el trabajo manual y el intelectual. En una sociedad justa, todos los seres humanos serían igualmente productivos, igualmente independientes e incluso igualmente integrados en la fábrica social»9. Para el segundo, lo más importante era establecer el equilibrio apropiado entre la vocación individual y la reconciliación entre teoría y práctica. De ahí que: «Bakunin sea considerado el primero en identificar el potencial revolucionario del conocimiento científico. Aunque en la práctica, Bakunin mostró una escasa evidencia de fe sobre el impacto revolucionario de la educación. Él dedicó muy poco tiempo a la elaboración de su teoría e incluso menos a la educación popular. Pero, en cambio, enfatizó en repetidas ocasiones que la revolución debía venir primero “Mejorar las condiciones de trabajo, devolver al trabajo lo que es en justicia deber del trabajo y de ese modo dar al pueblo seguridad, confort y ocio. Después de ello, creedme, se educarán a sí mismos… ” »10. Y, por último, para Kropotkin (sintetizando las teorías anteriores): «El papel revolucionario de la escuela era, por tanto, eliminar la superstición y cultivar en niño la espontaneidad y la naturalidad moral del ser humano libre. […] El sistema que Kropotkin propuso se parecía a la educación integral descrita por Proudhon y Bakunin, con especial énfasis en el desarrollo e inviolabilidad la personalidad individual»11.

Propaganda, educación integral, difusión de la ciencia, racionalismo… llámeselo como se quiera. La verdad es que anarquistas, republicanos, socialistas, liberales y, en definitiva, los elementos más democráticos de una sociedad anclada en el medievo lucharon con todas sus fuerzas no para adoctrinar a la población en sus respectivas ideologías sino para devolverle una luz sin la cual España, comparada con la moderna Europa, continuaría sumida en los exclusivos misterios de la religión. Las misiones pedagógicas anarquistas, a diferencia de las misiones cristianas, no formaban sumisos esclavos sino hombres libres. Al menos, esto es lo que debió pensar Francisco Ferrer y Guardia cuando puso en marcha su Escuela Moderna. Muchos otros lo habían intentando con anterioridad, como es el caso de Francisco Giner de los Ríos y su Institución Libre de

9 C.P. BOYD, o. c., p.130.

10 C.P. BOYD, o. c., pp.130-131.

11 C.P. BOYD, o. c., p.133.

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Enseñanza (fundada en 1876), sin embargo, tarde o temprano todos esos intentos fueron devorados por el fuego inquisidor de la reacción española. La Historia de la Educación en España parece asemejarse en exceso al mito de Sísifo: desandar durante la noche lo ya inteligente y duramente andado durante el día.

2-. EL CAMINO HACIA EL INJUSTO MARTIRIO DEL PEDAGOGO

Sugerida ínfimamente la importancia de Ferrer y Guardia en el mundo de la pedagogía libertaria, pasamos ahora a narrar muy sintéticamente los acontecimientos que llevaron a su ejecución y a su posterior mitologización. Con ello, podemos empezar diciendo que estando en París heredó una importante suma de dinero de una de sus estudiantes (también amante) Mlle. Meuné. Tras su exilio, es decir, en 1901 regresó a Barcelona con la intención de poner en marcha su viejo sueño pedagógico. Pronto consiguió lo que quería abriendo la Escuela Moderna. Al principio contaba con 33 estudiantes, sin embargo, transcurridos 5 años, la suma de estudiantes se multiplicó por seis, abriéndose nuevas escuelas por todo el territorio español, principalmente en Cataluña, Valencia12 y Andalucía. Después de su muerte la influencia de esta pedagogía moderna se extendería a lugares tan dispares como Milán, Sao Paulo, Méjico, Liverpool, Chicago, Filadelfia y Nueva York. En sus misiones pedagógicas libertarias, siempre chocó directamente con el clero ya que en aquella época la educación era un sector monopolizado por la Iglesia Católica.

Un acontecimiento marcará su destino fatal. El segundo viernes de abril de 1906, esto es, el Viernes Santo decidió echarse a la calle liderando una manifestación anticlerical en la que participaron cerca de 1700 personas (la mayoría de ellos menores de edad). Dicha manifestación tenía un lema muy radical en esos tiempos: Por una escuela de enseñanza laica. El resultado fue que el los sectores más reaccionarios juraron venganza contra el pedagogo libertario. El 31 de mayo, coincidiendo con la boda de Alfonso XIII, Mateo Morral, uno de los profesores de la Escuela Moderna, lanzó al paso del cortejo nupcial una bomba que había escondido en un ramo de flores. La bomba mató

12 Véase a propósito de este tema, L.M. LÁZARO LORENTE, La Escuela Moderna de Valencia, Valencia, Generalitat Valenciana, Consellería de Cultura, Educació i Ciencia, 1989.

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a 28 personas e hirió a más de 100 en la calle Mayor de Madrid, por su parte, ningún miembro de la familia real sufrió daño alguno. Este catalán de 26 años consiguió huir aprovechando el caos que siguió a su acción. Tras varios días vagando por Madrid sufriendo grandes penalidades, decidió entrar en un restaurante porque llevaba varios días sin comer. Los dueños, al ver lo extraño de su aspecto, llamaron a la Guardia Civil. El agente que lo interrogó le pidió que lo acompañara al cuartel, dadas las respuestas tan extrañas que el catalán había dado. Ya en la calle, Morral mató a tiros al Guardia Civil y después, previendo el miserable futuro que le esperaba decidió acabar con su vida suicidándose de un disparo en la cabeza.

La reacción, como se puede adivinar, aprovechó la antigua profesión como profesor de Morral para hilvanar toda una trama contra Ferrer y Guardia. Pronto conectaron el ataque con una supuesta teoría pasional. Al parecer, Morral estaba locamente enamorado de Soledad Villafranca, la compañera sentimental de Ferrer. Éste habría aprovechado, siempre según la reacción, ese enamoramiento para utilizar, en complot con su compañera, a Morral en un ataque magnicida. A los ojos de los reaccionarios, Ferrer debía ser juzgado y condenado por magnicidio ya que habría inducido a otro a través de infinidad de artimañas a cometer semejante ataque. Ferrer pasó algún tiempo en prisión por estas razones, pero en esta ocasión la justicia no consiguió pruebas de ningún tipo viéndose obligada a liberar al anarquista. Será con la llamada Semana Trágica de Barcelona (del 25 de julio al 1 de agosto de 1909), motivada en principio por la Guerra de Marruecos, cuando Ferrer sea acusado de ser el autor y jefe de la rebelión llevada a cabo en forma de una huelga general13. Cargos que pese a la protesta internacional le llevarán a la muerte. El 13 de octubre de 1909 será fusilado para horror de todos los defensores de la libertad del mundo. La muerte de este hombre supuso protestas de todo tipo. La presión fue tal que incluso Antonio Maura se vio obligado a dimitir como Ministro de la Gobernación. Después de muerto, las autoridades españolas tuvieron que reconocer que habían cometido una injusticia con el pedagogo y que, en realidad, tal y como todos clamaban, «el único crimen de Ferrer fue el de “enseñar ciencia a los niños de

13 No sólo eso sino que: «Su facilidad para la publicidad y, especialmente, su sustancial fortuna, lo habían hecho un potente enemigo del orden establecido». En C.P. BOYD, o. c., p.157.

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España”»14. Como él mismo dirá siempre, pese a todo, no fue más que un teórico, un pedagogo cuya mayor contribución se desarrolló en la esfera de la educación: «He puesto todo mi ser en el trabajo de educar al pueblo, y de la educación lo espero todo». Una amplia gama de intelectuales izquierdistas, anti-socialistas, socialistas, anarquistas, pedagogos radicales como Sebastián Faure, anticlericales, librepensadores, liberales y republicanos abrazaron sus teorías y pusieron el grito en el cielo ante semejante crimen contra la libertad cometido por la reacción.

3-. LA ESCUELA MODERNA: DE LA TRANSFORMACIÓN DE LA EDUCACIÓN A LA TRANSFORMACIÓN DE LA SOCIEDAD Y VICEVERSA.

A petición de Anselmo Lorenzo se publicaron póstumamente una serie de trabajos de Ferrer que llevaban por título La Escuela Moderna (1912). Dichos trabajos habían sido publicados ya previamente en el Boletín de la Escuela Moderna y en L´Ecolé Renové, y también en gran medida en su gran trabajo previo, publicado en francés en 1895, Traité d´Espagnol practique. En opinión de algunos críticos, la obra La Escuela Moderna, «no era un tratado pedagógico original ya que extraía mucha de su inspiración de los escritos de Rousseau y de las interpretaciones tardías de la tradición “naturalista”»15. Original o no, lo cierto es que la España de principios del siglo XX veía en dicha obra un tratado moderno, revolucionario, insolente con la tradición y el clero católico y, por todo ello, cien por cien renovador comparado con lo que se estaba haciendo en esa época en las escuelas españolas. Ferrer, formado en las ideas liberales de la Ilustración pretendía ilustrar a todos bajo el viejo lema kantiano: Sapere aude, Atrévete a pensar. Pero es importante establecer una distancia entre Ferrer y la Ilustración. Ferrer creía en los ideales ilustrados pero no en la Ilustración puesto que este movimiento pronto había mostrado su cara real: «[…] una mera crítica negativa de la sociedad existente y una adopción acrítica o a gran escala de la pedagogía naturalista»16.

14 G. C. FIDLER, «The Escuela Moderna Movement of Francisco Ferrer: “Por la Verdad y la Justicia”», History of Educations Quarterly, Vol. 25, Nº 1-2 (Spring-Summer, 1985), p.107. (Nuestra traducción).

15 G. C. FIDLER, o. c.,110.

16 G. C. FIDLER, o. c.,111.

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La crítica negativa y la única exaltación del pensamiento mismo eran tomadas por los anarquistas como algo muerto. Lo que debía primar, ante todo, era el uso de la educación como un instrumento sociopolítico de cambio. En la vieja disputa entre teoría y praxis, ninguna de las partes, consideradas separadamente, podían inducir al progreso de la sociedad y al nacimiento de un nuevo ser humano. Ya hemos visto cómo Bakunin apostaba primero por la práctica y mucho después por la teoría. Para él, como para el Mella que hemos citado al principio, lo primero era la resolución de las necesidades que más esclavizan al ser humano. Es lo que Mella afirmaba al decir: «somos animales de carne y hueso que necesitamos nutrirnos, llenar el estómago, cumplir todas las funciones

fisiológicas, acallar la bestia para que el hombre surja». Aun así, son prácticamente todos quienes defienden este carácter revolucionario de la educación. En el proceso educativo libertario, la propaganda científica va modelando la mentalidad del futuro revolucionario o, como mínimo, del futuro hombre libre, capaz de discernir y detectar por sí mismo, esto es, críticamente lo mejor para él y para el posible grupo de afinidades similares al que llegará a través de un contrato también libre.

Para sistematizar más este pensamiento acerca de cómo la transformación de la educación puede devenir en una transformación de la sociedad y viceversa, vamos a utilizar de nuevo a Álvarez Junco17. Según este autor, cinco parecen ser las características que se repiten en la teoría sobre la pedagogía libertaria en general y que, por supuesto, asimismo son aplicables a Francisco Ferrer y Guardia:

a) La pedagogía ha de ser fundamentalmente libre. A través de ello se intenta eliminar el viejo sistema católico de la pedagogía autoritaria y de la obediencia mecánica. No se elimina la idea de autoridad y de obediencia pero se le da un giro radical dirigido a la didáctica y no a la represión o al castigo del niño. Ahora lo que va a primar va a ser el individuo (mejor dicho, la individualidad comunal18) y la persuasión como ejercicio democrático de poder. Si el hombre es bueno por naturaleza, tal y como Rousseau nos propuso –se preguntan los anarquistas-, ¿por qué hemos de educarlo mediante la coacción y la violencia tan impropia de una naturaleza tan bondadosa?

17 J. ÁLVAREZ JUNCO, o. c., pp.527-540.

18 Para Ferrer, «un niño aislado es como una planta exótica abandonada sola en un invernadero caliente».

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Contra esto, ellos defenderán la libertad y el agradable disfrute, casi como en un juego, de educar y ser educado en sistemas y valores ácratas.

b) La enseñanza será racional, es decir, científica y laica. En palabras del propio Ferrer, «la educación, por encima de todo, es medio de defensa contra el error y la ignorancia». Ese laicismo tiene su mayor influencia probablemente en el pensamiento francés y su teoría sobre la laícité, «un concepto que no sólo evoca educación laica y secular sino más bien una tradición de pensamiento racionalista y positivista»19. Para Ferrer, «una educación científica y racional podría preservar a los jóvenes del error, inspirar a los hombres con un amor hacia la buena conducta y a reorganizar la sociedad de acuerdo con las demandas de justicia». Ese tipo educación que es aquí defendida apostó por el laicismo en religión pero, además, consiguió despojarse del laicismo político. De este modo, su máxima de no seguir ningún patrón dogmático tuvo que empezar por aplicarse críticamente hasta en las teorías libertarias. Eso no quiere decir que los profesores de la Escuela Moderna no podían ser anarquistas ya que incluso Ferrer defiende que «el educador no debe disimular sus propias preferencias filosóficas y sociales». Ahora bien, hemos abierto este pequeño estudio hablando de la importancia de la propaganda dentro de la educación libertaria pero, aunque parezca lo contrario, esa no es la característica principal de la Escuela Moderna. La Escuela Moderna pretendía educar libremente, pretendía dotar a los ciudadanos, especialmente a la clase trabajadora y, más en concreto, a los niños, de los medios intelectuales y materiales para desarrollar la crítica, el valor de pensar por uno mismo sin necesidad de los dogmas de la hostil Iglesia Católica, pero igualmente sin los dogmas libertarios, ni republicanos, ni socialistas ni, en definitiva, dogmas políticos. La función de la Escuela Moderna, pese a lo vertido por la historiografía reaccionaria, no fue la de formar libertarios sino que se dedicó mediante la abolición de los castigos, la práctica del trabajo manual, la higiene, la educación física, los paseos por el campo, la puesta en común de los dos sexos y la creación de museos, bibliotecas, teatros, etcétera, a combatir el medievalismo desarrollado por la Iglesia Católica durante siglos de nefastas consecuencias para la modernización de la España de todos los tiempos. De ahí que se hable constantemente de

19 G. C. FIDLER, o. c.,108.

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neutralidad o libertad de posturas políticas pues hay que evitar a toda costa la sustitución de una forma de control hegemónica por otra, incluso si hablamos de una forma de control libertaria20. Se trataba en cualquier caso de «ayudar al ser humano a formar sus propias opiniones». Habrá por supuesto quienes afirmen que la Escuela Moderna y su Boletín mensual eran directamente propagandísticos. Es cierto pero «lo era en el sentido de la propaganda como una simple comunicación de información y de hechos»21 y no como propaganda política o jesuítica, esto es, aquella que tiene como fin la obtención del poder o la adhesión a unos dogmas irracionales y que, en definitiva, podemos enmarcar como adoctrinamiento. Pese a lo dicho teóricamente, hay quien se empeña en denunciar la peor cara de la Escuela Moderna, aquella en la que presuntamente: «Sólo el contenido dogmático había sido modificado: El anarquismo reemplazó al capitalismo; el ateísmo al cristianismo; el antimilitarismo y el internacionalismo al nacionalismo patriótico. Sólo en el extranjero, donde los detalles sobre el plan de estudios de la Escuela Moderna fueron conocidos exclusivamente a través de las propias publicaciones de Ferrer, mantuvo su reputación como magnífico reformador pedagógico»22.

c) Capaz de conciliar teoría y praxis. Esto es lo que se llama enseñanza integral. El incluir los saberes prácticos y las técnicas profesionales en el plan de estudios de la Escuela Moderna no suponía, en realidad, nada diferente de lo que hacían muchas escuelas privadas cristianas, no obstante, en estas últimas instituciones siempre había desequilibrios en la balanza pedagógica: o teoría o práctica. Lo que buscaba la Escuela Moderna era establecer el correcto equilibrio entre ambas, permitiendo que ninguna de las habilidades quedara atrofiada por un trabajo sumamente especializado, desproporcionado en cuanto a su monopolista dedicación. Esa pacificación entre teoría y praxis también podía ser interpretada como una vuelta a la naturaleza, como una vuelta a las cosas frente al idealismo abstracto de los libros. Ellos trataban de enseñar que efectivamente los libros, o mejor dicho algunos de ellos, contenían verdades irrefutables

20 A este respecto nos dice Ferrer: «[…] No es una cuestión de sustitución de un dogma por otro dogma, de un catecismo por otro catecismo». Y poco después, hablando sobre la III República en Francia nos dice: «Dios fue reemplazo por el Estado; la virtud cristiana por los servicios cívicos; la religión por el patriotismo; y la sumisión y obediencia al rey, a la aristocracia y al clero, por la reverencia al burócrata, al propietario y al patrón».

21 G. C. FIDLER, o. c.,114.

22 C.P. BOYD, o. c.,159.

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pero sin una aplicación o demostración práctica eran fantasías, religión, dogma y misterio.

d) La pedagogía ha de ser igualitaria. Esa igualdad tiene que ver con las diferentes clases sociales, los sexos etcétera. Curiosamente, para los anarquistas una forma de conseguir la igualdad era lograr convertir a la educación en obligatoria y gratuita. Esto es lo que se dio en llamar, «la adaptación de la educación a las necesidades de la clase trabajadora» que tenía como finalidad la transformación necesaria para la organización de un poderoso movimiento de la clase trabajadora. Aunque parezca extraño, por ejemplo, una forma de probar ese interés por la igualdad es ver cómo la financiación de la Escuela Moderna corría a cargo, no de los trabajadores, sino de las clases no-trabajadoras: «De hecho, la Escuela Moderna dependía fuertemente del apoyo de numerosas familias de las clases no-trabajadoras […]»23. La polémica, sin embargo, está servida cuando algunos estudiosos afirman que: «Dada la orientación marcadamente revolucionaria de la Escuela Moderna, era irónico que la clase trabajadora estuviera ampliamente excluida por la elevada instrucción -15 pesetas al mes»24.

e) Pedagogía revolucionaria. Este último aspecto de la pedagogía libertaria ya ha sido analizado a lo largo del estudio, aunque es posible precisar alguna información extra. Los reaccionarios veían en Ferrer a un masón peligroso, liberal, demoníaco y ciertamente radical en sus planteamientos teóricos, también en su vida privada: «El ideal educativo de Ferrer fue caracterizado por el catolicismo como un llamamiento a un amplio espectro de ilustradas radicales opiniones liberales y multifacéticas»25. Uno de esos múltiples aspectos de sus teorías es el de la revolución lograda gracias a la educación racional: «[…] el entusiasmo ferrerista por la educación “racional” de los niños estuvo influenciada enormemente tanto por las condiciones existentes, por la necesidad de una emancipación real del trabajo infantil prematuro, por la pobreza y el analfabetismo, como por el desarrollo específico de programas de educación política, o de evolución centrada en la pedagogía de la niñez. De hecho, semejante emancipación era especialmente urgente en ciertas áreas que estaban en el contexto inmediato del fermento de ideas

23 G. C. FIDLER, o. c.,118.

24 C.P. BOYD, o. c.,151.

25 G. C. FIDLER, o. c.,105

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creadas por Ferrer (como también por Gramsci). Los proletarios más “subdesarrollados” de España, Italia y Suramérica estaban expuestos a gran variedad de supersticiones y culturas periféricas, donde la simple enseñanza de la escritura, sin ni siquiera hablar de la ciencia, era equivalente a una revolución educativa»26. Y como hemos repetido en diversas ocasiones, la revolución educativa podía ser un arma en la lucha de clases que llevara a la revolución social, económica etc. Bien lo sabía el gobierno de Maura cuando decidió cerrar ciento treinta establecimientos de enseñanza laica.

Al final de todo, es posible afirmar que: «La muerte de Ferrer, nada desligada de su vida, prueba lo duro del conflicto, así como la inacabable polémica posterior, con encontradísimas apreciaciones de su obra, prueba la pervivencia de la politización de la enseñanza y la importancia de su control como instrumento de cambio o estabilidad social»27. Rescatando estas últimas palabras y trayéndolas al presente es posible denunciar cómo hoy, igual que siempre, la educación ha sido un medio contaminado por intereses políticos y económicos. Sin ir más lejos, desde la transición, por ejemplo, hemos asistido a los constantes radicales vaivenes de los planes de estudios. Con cada cambio de gobierno vinieron cambios educativos profundos. Y esto fue, en realidad –nos preguntamos, ¿por amor y preocupación hacia los ciudadanos, tal y como hicieron los libertarios?