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Mitin 1º de Mayo de 2016 en Granada
José Luis García Rúa
José Luis García Rúa
Queridos compañeros, no puedo menos de empezar a hablaros sumido en la profunda tristeza de ver a nuestra querida AIT, nuestra amada Asociación Internacional de los Trabajadores, seriamente amenazada en su existencia. Una tristeza doble por constatar que esta seria amenaza tenga que proceder de CNT, unas siglas que son, para nosotros, nuestra verdadera vida; una CNT actualmente dirigida en una línea oficial centralista y autoritaria, con la que estoy en desacuerdo desde sus primeros pasos, crípticos, oscuros, no percibidos por todos en cuanto sucedidos al margen de toda vía orgánica, pero, sobre todo, desde que, en noviembre de 2010, en Córdoba, en el X Congreso, tal línea mostró su verdadera cara. Una línea, que posteriormente, en el ejercicio de su centralismo autoritario, procedió a la expulsión estatutariamente injustificada de militantes, de sindicatos y hasta de Regionales; procedió a la eliminación de libertades de procedimiento, creó un clima de temor y de sospecha y dio lugar al cansancio, al hastío, al desencanto, a la desilusión y, en fin, al abandono de la Organización de una buena cantidad de sindicatos, de forma que, entre lo que hay lo que hubo no hay casi posibilidad alguna de reconocimiento. Y, como colmo, hoy, esta misma línea pretende, pública y abiertamente, una “segunda refundación” de la AIT, o sea una transformación sustancial de ésta, en el sentido de que se acomode, quieras que no, a los pareceres de aquélla, cosa que no ocurrió ni en los tiempos en que la CNT era verdaderamente fuerte.
El proceso real y verdadero de refundación de la AIT remonta ya a 1913. Este proceso fue, entonces, interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial, pero fue inmediatamente retomado, después de finalizar la misma, en cuatro encuentros internacionales fundamentales: en la Conferencia sindicalista preliminar de Berlín (diciembre, 1920); en el Congreso Anarcosindicalista de Düsseldorf (Alemania, otoño de 1921), donde se acordó la celebración de una Conferencia internacional de las organizaciones en desacuerdo con la Internacional Sindical Roja de Moscú, conferencia que fue realizada en Berlín (junio de 1922), donde se perfilaron y matizaron los que ya serían acuerdos en el Congreso inmediato que tendría lugar también en Berlín, desde el 25 de diciembre de 1922 al 2 de enero de 1923.
La AIT fue, pues, ya refundada allí con principios, finalidades y estatutos, de forma que una segunda refundación es, pues, un contrasentido en sí misma. Tiene el hecho, pues, todos los matices de ser o parecer una forma hipócrita de querer matar el alma, el espíritu de la AIT. Lo que da lugar a pensar que la excusa para tal postulación de una segunda refundación no es más, en realidad, que la pretensión de diferenciar cualitativamente el Sindicalismo Revolucionario y el Anarcosindicalismo para hacer prevalecer el primero sobre el segundo, a la vez que para instrumentalizar el anarcosindicalismo utilizándolo, en realidad sólo como banderín de enganche, y reservar, de hecho, en exclusiva, el elemento director en el sentido más amplio al pretendido sindicalismo revolucionario que tienen en su mente. Esta es la razón, por la que, a toda costa, parecen pretender que el sindicalismo revolucionario francés es la base teórica que viene a corregir las veleidades de las disquisiciones ácratas que se dan en España, llegando a ser, en 1907, el verdadero padre de la Federación Local de Barcelona en forma de Solidaridad Obrera, y, en 1910-1911, de su paso extensivo a todo el territorio nacional hispano en forma de CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
Pero hay testimonios documentales que prueba, la llegada, en España y concretamente en Cataluña, al reconocimiento de la mayor conveniencia, para el movimiento obrero, de la adopción de la vía sindicalista, con anterioridad a la llegada a suelo español del sindicalismo revolucionario francés. Este reconocimiento derivaría aquí de la simple evolución ideológica dentro de la FRE (Federación de la Región Española), una evolución no por simple menos tensa y controvertida, sobre todo, en cuanto sucedida, muy dolorosamente, en medio de las terribles represiones de que fue objeto por parte d ellos gobiernos de la Restauración. De esta manera, la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española), las Organizaciones de Resistencia al Capital, en incluso, en 1900, la FSORE (Federación Sindical Obrera de la Región Española), no son más que las distintas formas en que la FRE entiende enfrentar las situaciones de hecho.
Entre las distintas pruebas que atestiguan lo afirmado, José Peirats, en su obra Los anarquistas en la crisis política española, nos hace saber que Anselmo Lorenzo, asistente a la Conferencia Internacional de Londres de 1871, presentó allí un dictamen que expresaba, innovadora y sustancialmente, las formas orgánicas que luego haría suyas el sindicalismo revolucionario, y el propio Anselmo Lorenzo mantuvo varias veces por escrito, en varios artículos de Tierra y Libertad y en el prólogo al libro de José Prat Burguesía y Proletariado, que la acción ideológica en el ámbito ácrata catalán había tenido una importante influencia en la creación y nacimiento de la CGT francesa (Confédération Générale du Travail). Sus palabras no dejan lugar a dudas: “Éstos (los franceses) no venían a darnos una idea nueva, sino a devolvernos, aumentada y estructurada, la que los anarquistas españoles les habíamos inspirado en diversas polémicas mantenidas desde Acracia y El Productor con La Revolté”.
El término “sindicalismo revolucionario”, desde su nacimiento como concepto en la lucha obrera y social siempre supuso, para la base trabajadora hispana, una pura sinonimia con el anarcosindicalismo, no difrencia alguna entre las dos, pero la corriente dirigente hoy en CNT tiene especial interés en insistir en su abierta diferenciación, parece que lo que fuera permisible desde el punto de vista de los principios del anarcosindicalismo pudiera serlo desde la postura del sindicalismo revolucionario,entendido por ellos parece que como un ente politizante capaz de moverse y funcionar con naturalidad y soltura en ese campo, y no haciendo, por ello, asco alguno a actos que chirrían abiertamente con los principios anarcosindicalistas.
Se entrea así, claramente, en una incoherencia ideológica manifiesta que obliga, necesariamente, a la nefasta disidencia entre lenguaje y práctica, entre la palabra y el hecho, entre lo que se proclama y lo que se hace. De ahí viene, necesariamente, la tendencia autoritaria, centralizante y burocrática, donde la acción directa deviene ya solamente en término vacío, en una pura excusa verbal.
La CNT ha sido siempre una organización de acción clara y directa. Ya nuestro gran Durruti previno, en su día, a los sindicatos con palabras semejantes a éstas: Vosotros, sois, en CNT la uerza y el cimiento. ¡Cuidado con las personas! Éstas se mueven, cambian y pueden fallar. Confiad en los principios: ellos son estables y permanentes. O confiad en las personas, pero por los principios y los hechos. Sed cautos, activos y no cejéis en la acción por la justicia. El anarcosindicalismo es vuestra luz. Seguidla siempre.. No os apartéis nunca de ella y no consintáis que nadie pretenda forzaros a obrar contra ella.
Así que gritemos todos juntos:
¡Viva la CNT y el anarcosindicalismo!
¡Viva el internacionalismo proletario. Viva la AIT!
¡Salud compañeros!
El proceso real y verdadero de refundación de la AIT remonta ya a 1913. Este proceso fue, entonces, interrumpido por el estallido de la Primera Guerra Mundial, pero fue inmediatamente retomado, después de finalizar la misma, en cuatro encuentros internacionales fundamentales: en la Conferencia sindicalista preliminar de Berlín (diciembre, 1920); en el Congreso Anarcosindicalista de Düsseldorf (Alemania, otoño de 1921), donde se acordó la celebración de una Conferencia internacional de las organizaciones en desacuerdo con la Internacional Sindical Roja de Moscú, conferencia que fue realizada en Berlín (junio de 1922), donde se perfilaron y matizaron los que ya serían acuerdos en el Congreso inmediato que tendría lugar también en Berlín, desde el 25 de diciembre de 1922 al 2 de enero de 1923.
La AIT fue, pues, ya refundada allí con principios, finalidades y estatutos, de forma que una segunda refundación es, pues, un contrasentido en sí misma. Tiene el hecho, pues, todos los matices de ser o parecer una forma hipócrita de querer matar el alma, el espíritu de la AIT. Lo que da lugar a pensar que la excusa para tal postulación de una segunda refundación no es más, en realidad, que la pretensión de diferenciar cualitativamente el Sindicalismo Revolucionario y el Anarcosindicalismo para hacer prevalecer el primero sobre el segundo, a la vez que para instrumentalizar el anarcosindicalismo utilizándolo, en realidad sólo como banderín de enganche, y reservar, de hecho, en exclusiva, el elemento director en el sentido más amplio al pretendido sindicalismo revolucionario que tienen en su mente. Esta es la razón, por la que, a toda costa, parecen pretender que el sindicalismo revolucionario francés es la base teórica que viene a corregir las veleidades de las disquisiciones ácratas que se dan en España, llegando a ser, en 1907, el verdadero padre de la Federación Local de Barcelona en forma de Solidaridad Obrera, y, en 1910-1911, de su paso extensivo a todo el territorio nacional hispano en forma de CNT (Confederación Nacional del Trabajo).
Pero hay testimonios documentales que prueba, la llegada, en España y concretamente en Cataluña, al reconocimiento de la mayor conveniencia, para el movimiento obrero, de la adopción de la vía sindicalista, con anterioridad a la llegada a suelo español del sindicalismo revolucionario francés. Este reconocimiento derivaría aquí de la simple evolución ideológica dentro de la FRE (Federación de la Región Española), una evolución no por simple menos tensa y controvertida, sobre todo, en cuanto sucedida, muy dolorosamente, en medio de las terribles represiones de que fue objeto por parte d ellos gobiernos de la Restauración. De esta manera, la FTRE (Federación de Trabajadores de la Región Española), las Organizaciones de Resistencia al Capital, en incluso, en 1900, la FSORE (Federación Sindical Obrera de la Región Española), no son más que las distintas formas en que la FRE entiende enfrentar las situaciones de hecho.
Entre las distintas pruebas que atestiguan lo afirmado, José Peirats, en su obra Los anarquistas en la crisis política española, nos hace saber que Anselmo Lorenzo, asistente a la Conferencia Internacional de Londres de 1871, presentó allí un dictamen que expresaba, innovadora y sustancialmente, las formas orgánicas que luego haría suyas el sindicalismo revolucionario, y el propio Anselmo Lorenzo mantuvo varias veces por escrito, en varios artículos de Tierra y Libertad y en el prólogo al libro de José Prat Burguesía y Proletariado, que la acción ideológica en el ámbito ácrata catalán había tenido una importante influencia en la creación y nacimiento de la CGT francesa (Confédération Générale du Travail). Sus palabras no dejan lugar a dudas: “Éstos (los franceses) no venían a darnos una idea nueva, sino a devolvernos, aumentada y estructurada, la que los anarquistas españoles les habíamos inspirado en diversas polémicas mantenidas desde Acracia y El Productor con La Revolté”.
El término “sindicalismo revolucionario”, desde su nacimiento como concepto en la lucha obrera y social siempre supuso, para la base trabajadora hispana, una pura sinonimia con el anarcosindicalismo, no difrencia alguna entre las dos, pero la corriente dirigente hoy en CNT tiene especial interés en insistir en su abierta diferenciación, parece que lo que fuera permisible desde el punto de vista de los principios del anarcosindicalismo pudiera serlo desde la postura del sindicalismo revolucionario,entendido por ellos parece que como un ente politizante capaz de moverse y funcionar con naturalidad y soltura en ese campo, y no haciendo, por ello, asco alguno a actos que chirrían abiertamente con los principios anarcosindicalistas.
Se entrea así, claramente, en una incoherencia ideológica manifiesta que obliga, necesariamente, a la nefasta disidencia entre lenguaje y práctica, entre la palabra y el hecho, entre lo que se proclama y lo que se hace. De ahí viene, necesariamente, la tendencia autoritaria, centralizante y burocrática, donde la acción directa deviene ya solamente en término vacío, en una pura excusa verbal.
La CNT ha sido siempre una organización de acción clara y directa. Ya nuestro gran Durruti previno, en su día, a los sindicatos con palabras semejantes a éstas: Vosotros, sois, en CNT la uerza y el cimiento. ¡Cuidado con las personas! Éstas se mueven, cambian y pueden fallar. Confiad en los principios: ellos son estables y permanentes. O confiad en las personas, pero por los principios y los hechos. Sed cautos, activos y no cejéis en la acción por la justicia. El anarcosindicalismo es vuestra luz. Seguidla siempre.. No os apartéis nunca de ella y no consintáis que nadie pretenda forzaros a obrar contra ella.
Así que gritemos todos juntos:
¡Viva la CNT y el anarcosindicalismo!
¡Viva el internacionalismo proletario. Viva la AIT!
¡Salud compañeros!