lunes, 30 de julio de 2018

DECIA ERRICO MALATESTA, SOLOS NO PODEMOS

DECÍA ERRICO MALATESTA . . . En nuestras concepciones no hay nada absoluto Siempre se nos ha acusado a nosotros los libertarios, de estar en el limbo y pensar en utopías. Y siempre respondimos diciendo, que en nuestras concepciones no hay nada absoluto, porque estamos profundamente convencidos de la relatividad de todas las cosas. Nosotros no luchamos por una libertad abstracta, metafísica, luchamos por una libertad social, por la igualdad de condiciones, que permita a todos hacer la propia voluntad, con el sólo límite impuesto por las inevitables necesidades naturales, para que cada uno tenga lo que le corresponda. Detestamos toda rigidez teórico-conceptual, esquemática, por la simple razón de no ser tampoco esclavos de nuestras propias ideas. Nuestra concepción filosófica es encontrar el equilibrio entre el pensamiento y la acción, entre el medio y el fin. Luchamos para no sustraernos ni desviarnos de la realidad por amor a un principio. Trabajamos para ayudar a realizar una sociedad humana libre e igualitaria, concebida de una manera realista, no con la idea y en vista de un hipotético hombre perfecto, sino sobre la base de las posibilidades ya existentes y con los hombres tales como son hoy, con todos sus defectos y virtudes naturales. Siempre hemos sostenido que es un error pensar y considerar que la anarquía debe de llegar de repente, espontáneamente, que derribe cuanto existe y ponga en su lugar algo nuevo, y solucione de la noche a la mañana, cuantas injusticias y lacras existan de la sociedad de opresores y oprimidos. Por este prejuicio, y por la ansiedad social de creer que se podrá borrar de un plumazo el sistema de injusticia y explotación, muchísimos hombres creen que la anarquía es imposible. La sociedad comunista anárquica no puede ser efecto de un milagro, ni puede contradecir la ley natural, axiomática de la evolución, según la cual nada ocurre sin causas suficiente, nada se puede hacer sin tener fuerza para hacerlo. Lo mismo que la conciencia, la voluntad, la capacidad y el pensamiento, se desarrollan gradualmente y encuentran formas de crecimiento en la modificación gradual del ambiente social; así la sociedad libre ha de llegar poco a poco, creciendo y desarrollándose gradualmente. No se trata de hacer la anarquía hoy o mañana, o dentro de diez siglos, sino de avanzar hacia la anarquía hoy, mañana y siempre. . . Todo golpe dado a las instituciones de la propiedad y del gobierno, toda elevación de la conciencia popular, toda igualación de condiciones, toda mentira desenmascarada, toda parte de actividad humana sustraída al dominio de la autoridad, todo incremento del espíritu de solidaridad y de iniciativa, es un paso hacia la anarquía. Todo debilitamiento de la autoridad, todo aumento de libertad, será un progreso hacia la anarquía, siempre que sea conquistado y no mendigado; siempre que sirva para darnos mayor aliento en la lucha. Es decir, a condición de “no confundir los progresos verdaderos con las reformas hipócritas que, con el pretexto de mejoramientos inmediatos, tienden a distraer al pueblo de la lucha contra la autoridad y contra el capitalismo, a paralizar su acción y a hacerle esperar que se puede obtener algo de la bondad de los amos y de los gobiernos. A condición siempre, de que nos acordemos bien de que la disminución de los males producidos por el gobierno consiste en la disminución de sus atribuciones y de su fuerza, y no en aumentar el número de los gobernantes y en hacerlos elegir por los propios gobernados. Se puede concebir la anarquía como la perfección absoluta, y es bueno que esa concepción quede constantemente presente en nuestras mentes, como faro ideal que guía nuestros pasos. Pero, dejando a un lado la consideración objetiva que la perfección absoluta es algo a lo que podemos aproximarnos siempre sin ilusionarnos con alcanzarla jamás en el sentido estricto de la palabra, lo cierto es que todo en la anarquía no puede llegar más que poco a poco; y por tanto, no hay que creer que para hacer la anarquía hay que esperar a que todos sean anarquistas. Yo creo, al contrario –y por eso soy revolucionario-, que en las condiciones actuales, sólo una pequeña minoría, favorecida por circunstancias especiales, puede llegar a concebir la anarquía, y que sería una quimera esperar la conversión general, si antes no se cambia el ambiente en el que prosperan la autoridad y el privilegio. Y precisamente por esto creo que es preciso, en cuanto sea posible, es decir, apenas se haya conquistado la libertad suficiente y haya en un lugar dado un núcleo de anarquistas bastante fuertes por número y capacidad para bastarse a sí mismo e irradiar en torno suyo la propia influencia; es preciso, digo, organizarse para aplicar la anarquía o aquel tanto de anarquía que se haga poco a poco posible. Como no se puede convertir a todo el mundo de una vez, y no se puede aislar por necesidad la vida y por el interés de la propaganda, es preciso buscar el modo de realizar el máximo de anarquía entre gente que no es anarquista o lo es en grados diversos. Los anarquistas no podemos hacer solos la revolución ni sería deseable hacerla solos. Los anarquistas no queremos imponer nada, salvo el respeto a la libertad, y cuentan para la realización de sus ideales con la persuasión y las ventajas experimentadas por la libre cooperación. Para hacer la revolución se necesita de obrar de común acuerdo con todas las fuerzas progresistas existentes.